A la mañana siguiente, Nina se levantó tranquila, de algún modo la sensación de la noche anterior había desaparecido.
—¡Nina, date prisa! Isabel se ha adelantado para dejar a Laura en el conservatorio y nosotras deberíamos estar ya en camino, yo al trabajo y tú a comisaría. Andrea te ha llamado mientras te estabas duchando.
—¡Lucía, estoy harta de pedirte que no lo llames así! —se quejó Nina, que prefería que se refiriera a su jefe en un tono menos familiar. Particularmente después de que los presentara en el funeral del abuelo Matías, donde ambos fueron más amables de lo que se podía esperar en un momento tan difícil.
— ¡Lo siento…! «Perdón». El comisario te pide que vayas a la central. Esta misma mañana sobre las 10:00, y si no lo antes posible.
—Perfecto, porque ayer Reyes me enseñó algo muy importante de lo que me gustaría hablar con él. Le convenceré para que haga algo al respecto, y a continuación pasaré a ver a Fabián. Me gustaría que me apoyara en esto, y aunque ya no llevo el caso, estoy segura de que aceptará… Después de eso, Nina y Lucia caminaron hacia el ayuntamiento, y desde ahí cada una tomó un camino despidiéndose con un beso y un par de consejos. Lucía salió corriendo al ver que llegaba el autobús y Nina se dirigió a la avenida con buen paso, y tras quince minutos se encontraba cruzando las puertas de la entrada, donde tropezó con un agente.
—Perdóneme, estaba distraído —se disculpó él.
Nina le miró con los ojos muy abiertos, como si quisiera parar el tiempo. Intentando asimilar que la decisión ya estaba tomada y que, por más que le gustara, Antonio no tenía cabida en su vida. Ni, aunque el destino se empeñara en lo contrario—. No es nada, agente —contestó ella, mientras se alejaba.
Antonio miró a Nina unos segundos, pero desechó la idea de ir a hablar con ella al recordar su enfado del día anterior y, justo cuando se volvía para continuar… Ella, se giró para mirarlo de nuevo.
Una mueca en la comisura de los labios de Antonio evocaba un gol silencioso. Hasta que la voz del sargento lo anuló, “por fuera de juego”.
—¡Por favor! ¡Sobrinísimo! Al comisario te lo habrás metido en el bolsillo, pero dudo que ella vuelva a dirigirte la palabra cuando se entere de que la estás engañando.
Continuará…

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