
Me destinaron a un edificio gigantesco, acogiendo una nueva organización de trabajo. Indagando en mis pesquisas quise conocer este nuevo universo laboral, de poquito a poco.
Tras visitar las distintas instalaciones, un buen día me adentré en un pasillo casi inaccesible, en una planta no muy transitada, perdiéndome una vez más. Sin creerlo, justo al final de aquella galería, el mejor de los hallazgosme esperaba, una pequeña Capilla. Era preciosa. De exquisita sencillez que invitaba al recogimiento con sus banquitos de madera. Una cruz sobre la pared, un tanto peculiar, cobraba protagonismo. Catorce láminas delataban un característico Vía Crucis. Simplemente, era especial.
En mi silencio y riguroso detenimiento, me susurré:“he encontrado un sueño, si se pueden los sueños encontrar”. Pues de todas las Vírgenes de esta bendita ciudad, ahí estaba ella, sobre un maravilloso lienzo, miquerida y apreciada Esperanza de Triana.
Cuentan que la casualidad no existe, sin embargo, ¿quién vino al encuentro de quién? Viniste con tu derroche de Esperanza a calmar mis días. Esa calma tan necesaria para seguir. Mis suspiros se disipan tras contemplarte, aliviando mis pesares. Dichosos ratitos de tan grata compañía, cual fuente de energía.
El fin de semana llegaba, pero en nada el lunes estaría aquí, para ir en tu busca. Quizá me anticipé y fui a vertebien temprano, a ese rinconcito que tú y yo sabemos, encontrando la capilla cerrada. No quise darle importancia, a veces pasaba. A lo largo del día la abrían sin más. Sin embargo, la semana pasó y así permaneció, a cal y canto, algo que, sin duda, me apenaba.
En mis humildes plegarias, gritaba en silencio: por favor, que no me cierren la puerta. No puede haber vacaciones sin Esperanza. Que no me la cierren. No cabe llaves ante un rezo. Umbral de la fe con cerraduras, no cabe.
Sin embargo, aún doliéndome, tuve que aceptarlo sin más. Esperando impaciente el mes de septiembre, para volver a volver. Desde entonces a pesar de no poder verte te siento cerquita cuando paso por tu vera, en ese pasillo.Nuestro rinconcito está intacto. Sólo cabe esperar.
Cuando la puerta encuentre abierta, cuando vea de nuevo tu bello rostro, me emocionaré. Tus lágrimas serán mías. Retomaremos donde lo dejamos. A sorbitos nos iremos poniendo al día, como siempre.
Finalmente, merezca la pena esperar, porque ese encuentro será grandioso, colmado de ti: “Capitana clemente, dulcísima Esperanza, siempre Virgen María, luz que guía a Triana”…

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