No tenía por más que ponerme en contacto con la Condesa. Sin duda, era uno de mis mayores descubrimientos en tierras de mi propiedad, en “Olivar de los Palacios”.
Doña Regla acudió a mi llamada casi al instante. Tuve el placer de conocerla, señora de ideas claras que tras adquirir una Casa Palacio casi en ruinas en la calle Cuna, se dedicó en cuerpo y alma a embellecerla, confesando ser “la casa de su vejez”. Amante de libros, ambiciosa emprendedora y empedernida coleccionista.
En nuestro fugaz encuentro le conduje al lugar exacto donde pudo apreciar mi hallazgo. Se trataba de tres mosaicos, el mayor de ellos, sin duda, le cautivó. Era fascinante, cincuenta metros cuadrados de arte, donde diversos medallones con bellos trenzados jugaban entre espigas, juncos y pámpanos, mostrando escenas mitológicas de las aventuras de Zeus. Un valioso opus tessellatum que fue denominado “Amores de Júpiter”.
En ningún momento esperé su repentina proposición, sin apenas temblarle el pulso ni la voz: la adquisición de mi finca. La suma de dinero ofrecida era sin duda suculenta y acepté. Aún así, quise seguir de cerca sus pasos, cuánto y cuánto se le avecinaba. Las “Ruinas Itálicas” fueron declaradas Monumento Nacional, el camino fue duro entre pleitos con el Estado hasta lograr que su mosaico, ese que la enamoró, pudiera trasladarse a la Casa Palacio, donde luce pletórico en el Patio Central.
Me ofrecí para colaborar en aquella minuciosa labor. Doña Regla era quizá la única que contaba con los medios y operarios para llevar a cabo aquel trabajo tan sumamente delicado. Bajo su supervisión completamos la total extracción, tesela a tesela. Hizo cambiar la estructura de su residencia para acoger la dimensión de esta obra de arte.
Visité aquel patio infinidad de veces. Doña Regla me lo permitía. Miradas cómplices nos unían. Aquel inocente campesino, que desconocía de la existencia de tan preciada joya bajo sus tierras conectó de lleno con la señora, entusiasta y enamorada de aquel portento, que contemplaba en su devenir, día a día, en casa.
La historia se adentró en aquel Palacio para nunca salir. Todo rincón está impregnado de maravillosas anécdotas y vivencias que enriquecen aún más ese lugar. Se siente y respira en el ambiente. Por ello y más, no duden y acudan. Experiencia enriquecedora digna de repetir.
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