Es preferible regresar en el tiempo y conocer lo ocurrido en las murallas del palacio en los últimos días de Piscis.
La milenaria dama Zolarix se encontraba observando a Ser Blazeri desde la galería norte, cuando se topó con la consejera Alldora. Esta se acercó, indignada y le dijo:
—Mi señora informó al consejo que la familia del «monstruo» está interesada en establecer relaciones con ella —aquellas palabras, inquietaron a la anciana, no parecían pertenecer a la consejera. ¿Acaso estaba perdiendo la confianza en la reina?, pensó antes de formular una pregunta acerca del zahorí.
—“¿Cree que sabe que lo observan?”
—Oh… ¿Supone que no lo sabe? ¡Lo sabe!, y tengo la certeza de que no le importa. ¿Cuántas veces lo habré mencionado? ¿Nadie se da cuenta de que no somos nada para él? A mí no me ve como la Suprema de Jaspe o la consejera real, sino como una enorme entidad, sujeta al poder del cambio tras haber sido convocada por las Siete Piedras. Una ninfa, que en tiempos de calma se encuentra obligada a mantener sus filos enroscados de manera inocua. Y, por supuesto, usted es solo un duende más.
—Parece que este joven puede conseguir lo que desea por ser sobrino de la reina de Édelux —manifestó la dama Zolarix, sin tener en cuenta la omisión de sus “cargos”, ya que en lo que se refería a palacio todo estaba en sus manos, a veces, incluso antes que en las de la consejera.
—Por eso, he recordado a su Majestad, así como al consejo, la traición de la familia Onnei, su desplante durante la guerra, y como, solo gracias a la diosa, conseguimos un acuerdo con la escoria hecat.
—Sí, es evidente que el reino de las Trece Cimas nos hizo un “carísimo” favor, al abandonar el lugar; de los hecat y de la reina Tándem, no se puede esperar nada que no sea destrucción o bajeza. En cuanto a la familia Onnei, solo se salva Ser Neri; en él se puede apreciar a un amigo, y no al primogénito del linaje.
—Lo comparto, y no pensé que él aceptara esto. “Espero que la alternativa más conveniente no sea la de Ser Blazeri”, —expresó la consejera.
—Estoy de acuerdo, ha llegado a mis oídos que esa familia se ha dedicado a aterrorizar a varios miembros de palacio. ¡La amenaza es tan peligrosa como parece!, —manifestó la dama Zolarix, llevando el dedo bajo su nariz blanquecina, y contrariada, se apartó, como si fuera un olor desagradable—. ¡No debemos olvidar que está presente!
—¿Sería suficiente la cicatriz de su mejilla? —Preguntó la consejera, perdiendo el control, aunque rectificó de inmediato—. No debí hablarle así, soy consciente de que no poseo motivos para enfrentarla a mi sarcasmo. No obstante, no puedo comprender las razones por las cuales su majestad no ha adoptado medidas en lo que respecta al tema.
—“¡Creo que ha hecho lo posible!”, —exclamó Zolarix.
—Tan solo estoy diciendo que no traerá nada beneficioso para mi señora.
—“No lo hará”, —aseguró la anciana con tristeza, pensando en Tahíriz…
En palabras de la monarca, la dama milenaria era su “Amma”, puesto que, desde que era joven, la valoraba y la respetaba con la misma intensidad que ella. Además, tenía tanto o más temor que la propia consejera en cuanto al hijo menor de Ser Onnei.
Desde el momento en que Záun el Poderoso se volvió su unicornio, el ser oscuro de aquel animal, había adoptado el carácter y la identidad de Ser Blazeri Onnei, que se encontraba esperando en el palacio para ser recibido por la reina.
Siempre acostumbrado a tener todo lo que deseaba, entró en los jardines reales, conocidos por la belleza de sus fuentes y esculturas. Desde aquella distancia se podían apreciar las galerías decoradas con terminaciones élficas, de las cuales descendían, cientos de jardineras colgantes que atravesaban el lugar con un agradable aroma a jazmín. La atención se centraba en los grandes ventanales de la parte posterior, debido a la estructura casi entrelazada de las diversas torres, todo ello acompañado por miles de enredaderas que cubrían los muros interiores hasta el lecho exterior, permitiéndole compartir el espacio con unas pequeñas flores que, dependiendo de la orientación, adoptaban su color. Por esta razón, el palacio parecía tener un color diferente en función de la perspectiva que observara, y Blazeri, lo evocaba como un objetivo. Lleno de gozo, respiró profundamente y se puso de puntillas, sabiendo que todo aquello pronto sería suyo.
—¡Esperanza y luz! Bienvenido al palacio —saludó Ser Neri Onnei.
—“¡Mi estricto hermano mayor!”, —exclamó Blazeri, alzando el rostro sin girarse para mirarlo, ya que sabía cuánto le molestaba a su hermano la falta de protocolo.
—¿Habéis olvidado con quién habláis? Estáis aquí, porque la reina os ha invitado, esto no es una de esas celebraciones que acostumbráis. ¡Este comportamiento es imperdonable, Blazeri! No te cansas de avergonzarme. ¡Te recomiendo respeto! —exclamó Neri con firmeza.
Blazeri lo miró con desprecio, pero nada de lo que había oído hasta el momento le había afectado. Después, se puso firme y, inclinando la cabeza, le dijo con una sonrisa.
—¡Esperanzas y luces para el consejero real de la Casa Ónix! Os deseo…
—¡Basta! Estoy muy enfadado contigo, y aún más, con nuestro padre. “Ser Lorbéi Onnei no ha podido dejarlo pasar, ¿no es así?” No, él nunca cambiará. Aún puedo escucharlo moldeándonos a su gusto desde que éramos niños:
«Sois los descendientes directos del rey de Édelux, reino que tuvo como origen los zahoríes y los primeros señores de la Ciudadela de Ónix, por lo que es mi responsabilidad como padre de ambos…»
—¡Cuidado hermano! Estáis perdiendo el control, parecéis más abatido que molesto, mi querido Neri. ¡No lo estabais entonces! Cuando me abandonasteis con él, y os marchasteis —aseguró Ser Blazeri, torturándolo por su falta de empatía.
—No es necesario que me lo recordéis —manifestó Neri, envuelto en una expresión de apatía—. Todos los días me pregunto, ¿si fue la mejor decisión?
—¿Te burlas de mí? A lo largo de toda mi vida te he brindado la oportunidad de hacer esto conmigo, y ahora. Parece que el dolor desordenado que experimento en mi interior te plantea interrogantes —una risa brotó, como resultado de mil heridas y golpes exasperantes, después, se mordió el labio sonriendo, con los ojos brillantes y una expresión confusa, doblando el cuerpo hasta que lo puso en cuclillas—. ¿Cómo te atreves…? —le inquirió levantándose—. Sin embargo, es preciso abordar otras cuestiones. Aunque no negaré que ha sido divertido, ¡debido a la carga que supone para ti! “Mírame en este momento”. ¡Felicitaciones hermano! Pronto, la reina Tahíriz será mi esposa, por deseo de padre. Era de esperar, sin duda, nuestra sangre es tan auténtica como la suya.
En ese momento el consejero Neri cambió su tono.
—¡Por favor!, no utilices esos términos. ¡Es peligroso, e inadecuado!, a pesar de todo, no has aprendido nada. No, sin duda sobre el significado de la lealtad o del honor —manifestó, apartando los rumores que circulaban sobre su conducta dudosa.
—¡Eso es, hermano!, sé que debería esforzarme por hacerlo, pero tras reflexionar… Tengo plena certeza de que ninguna de esas palabras cargadas de moralidad me definirá como rey de Hósiuz.
—¡Todavía no os ha aceptado! Sí, os acepta… Ahora soy yo el que os advierte, ¡cuidado hermano, solo el hecho de mencionarlo podría considerarse traición! Y eso sería un gran error, “Jinete”. ¡Tomad esto como una orden de vuestro superior!, no como una sugerencia; ya que no lo es. Sabed también que no apoyaré el enlace.
—¿Por qué? ¿No te parece suficiente lo que has conseguido?
Jinete.
Consejero.
“Primogénito de una de las casas más prestigiosas de los reinos del Saber”.
—¡Oh…!, ¿qué significa ese gesto? ¡Por las meigas del tiempo, hermano! ¿Deseáis la corona? No sois ambicioso, por lo que me atrevería a decir que se trata de algo sentimental.
—¡Cállate! Todavía esperaba… Pensé que cambiarías cuando padre me propuso que ocuparas mi lugar como jinete del unicornio. ¡Consideré que era una magnífica oportunidad para ti! ¡Al fin, estarías lejos de su influencia para poder elegir tu propio camino! Me siento decepcionado, pero ya es tarde para lamentos.
—Te aseguro que, si no consigo lo que quiero, habrá mucho más que lamentar. Y lo lograré sin un atisbo de honor; robándole a la reina Tahíriz su legítimo derecho, así es cómo voy a conseguirlo, desempolvando, leyes tan oscuras como mis intenciones —dijo Blazeri, acercándose con superioridad para apoyar las manos sobre en los hombros de su hermano, y vomitar a su oído, el susurro del fantasma que ambos compartían desde la infancia:
—Después de vuestra marcha, las palizas aumentaron. ¿Veis esto? En aquel momento, me tuvo postrado en la cama durante dos meses. Pero ahora, me aporta atractivo, incluso, valor. Aunque ambos seamos conscientes de quién me otorgó este honor, ¿cierto? —manifestó, mientras recorría lentamente el pulgar por la cicatriz—. Querías servirla. ¡Enhorabuena! ¡Debes sentirte doblemente honrado! Ahora también me servirás a mí.
—Se han recibido noticias de los escribanos esta mañana, han encontrado el modo de ganar tiempo tras examinar los textos, han confirmado que esa antigua ley no forma parte del vademécum. Por consiguiente, y al pertenecer a las leyes no escritas, requerirá los siete sellos del consejo para formar parte de la ley vigente, ¡Y adivina! Sin mi sello jamás pasará a formar parte del Sagrado Libro. ¡No voy a permitir que le robes nada a la reina! El destino le robó ya bastante aquella trágica noche, en que la infancia le fue arrebatada por tremendos actos ajenos, tras la repentina y extraña muerte de su predecesora. La obligaron a abandonar todo lo que conocía, y a pesar de todo, se esfuerza en ser una buena reina. Pronto tendrá la edad y podrá elegir esposo. ¡No te lo permitiré! Ella no merece ser objeto de tus delirios de grandeza, ni de los de padre.
De repente, Blazeri bajó la mirada durante un instante, en el que pudo comprobar, cómo quedaba expuesta la marca de las Trece Cimas en su antebrazo. A pesar de que lo había cubierto con un gran brazalete de escamas de Pholidota. De repente, miró a su hermano con una expresión de ira en el rostro, mientras sostenía su espada preparada para hacer lo que fuera necesario… Pero en la mirada de Neri, solo había culpa. Era evidente que su descuido le había pasado desapercibido. Así que lo tapó de nuevo asegurándole el correaje. Necesitaba el brebaje de Dameiza, solo con él podía ocultar la marca de los súbditos del mal. Pero aún debía presentarse ante la reina. Y ahora, ya estaba seguro de que la culpa, no sería el arma tan poderosa que esperaba. Los comentarios de su hermano le revelaban una vez más su falta de lealtad, lo que suponía un problema, un obstáculo con el que tendría que lidiar, ya que Neri, como consejero, formaría parte inequívoca de la decisión.
—¿Alguna vez he mencionado mis viajes por Oblig, querido Neri? Me sorprendió ver que los reinos del tratado eran de los más pequeños entre los muchos de nuestro mundo. No obstante, todos ellos fuentes de valiosos conocimientos. ¡Y el conocimiento, como sabréis, es poder! —exclamó—. Desde el principio busqué a un escriba, del que me habló una ermitaña. Fue en el primero de mis muchos viajes como embajador de Hósiuz. Y cada vez que volvía, la anciana me esperaba en el puerto para susurrarme a cambio de unas monedas. En algún momento, pensé que, si se trataba de un escriba de la antigüedad, como me había dicho, no estaría entre nosotros. Tal vez su alma ya formara parte de la yeguada.
Pero eso ha cambiado. Le encontré en la biblioteca real en mi último viaje a Édelux. ¡Olvidado, pero lúcido!, y dispuesto a aumentar su patrimonio, no dudó en confiarme el documento, junto con otros, de igual eficacia para mis fines. ¿Lo has leído? Os recitaré mi parte preferida:
¡La última palabra no ha sido dicha, ni el último acto, definido!
—¿No os resulta irónico que una lectura tan pobre os permita pedirle matrimonio?
—Sí, Neri. En eso estamos de acuerdo, pero, aun así, lo cierto es que ahora todo está en mis manos y en las de padre —aseguró el jinete, compartiendo parte del odio que ardía en su corazón.
—Nada de lo que desea lograr ocurrirá si yo puedo impedirlo —manifestó Neri enfadado, porque era señor absoluto de su afecto hacia la reina, a pesar, de saber que jamás sería correspondido—. Espero haber dejado mi posición en claro — dijo e invitó a su hermano con un gesto severo para que lo siguiera hasta el gran salón del trono.
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