Hacer uso de tu tiempo como si de una organización no gubernamental se tratase es muy bonito, reconfortante y satisfactorio. Utilizar tu tiempo de manera expuesta haciendo que el tiempo, tu tiempo, sea más el tiempo de todos los demás que tu propio tiempo también puede llevar a ser extenuante.
Dicen las lenguas de vecindarios, esas que se alargan en el tiempo, en el suyo y que llega a ocupar el nuestro, que cada uno invierte su tiempo en lo que quiere. Nada más falso que eso. Tu tiempo ni siquiera lo inviertes, pasa y tú vives algún momento y otros, ni siquiera eres consciente de que lo estás perdiendo.
El tiempo, como ya decía en sitios monotemáticos en un tiempo ya pasado, es aquello finito en la infinitud por donde deambular gateando, con criterio o sin él, haciendo más o menos ruido.
Pisar allá por donde hay suelo firme en tu tiempo, ya sea tu suelo o suelo ajeno puede estar bien o mal si es tu decisión personal o allá donde el tiempo finito te coloca en las coordenadas espaciales de la vida y bien cambias el norte de tu brújula o lo asumes, aunque la concentración pueda llevarte a la saturación en el tiempo.
No olvides que robarle tiempo al tiempo, a tu propio tiempo, no es robar si no ganarlo. Dicen también que quien roba a un ladrón… tiene mucho tiempo de perdón, pues… ¿quién tiene más tiempo que el propio tiempo? Nadie.
Otra cuestión más delicada e incluso e atrevería a decir que cruel es la existencia de esos seres simbiontes que se aferran a ti con la maldita intención, en muchos casos involuntaria, de tomarte tu tiempo. Por no decir robar porque el tiempo es solo tuyo. O no, si no, cierren el bucle y comiencen a leer el párrafo primero.
Tiempo, particiones de un total inalcanzable en su totalidad, tan breve como rápido y audaz en lo de escabullirse…
Toma tu tiempo, o una parte del mismo y sígueme… o síguete!!! Pero tómalo, incluso para procrastinar.
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