La vida, eso que pasa por nuestro tiempo en sentido contrario a las agujas del reloj. Reloj, maquinaria diseñada para medir el tiempo, sin más. Esposas que nos tienen prisioneros, encerrados en una cárcel, encorsetados en un cuadrante, espiral de la que no podemos salir.
El tiempo avanza y nosotros con él. El tiempo avanza y nuestro tiempo se desvanece a la par que avanza.
Cada paso dado es uno que no volverás a dar y que te sirve para desplazarte en el tiempo, en el sistema espacial y que nos lleva, con o sin rumbo, al final.
Nacemos, crecemos, algunos incluso evolucionan, menguamos y se acabó nuestro tiempo… en el sendero, la minutada tiene un rango demasiado amplio como para saber dónde está tu cota.
Sombras que se alargan en el tiempo, sombras que se acortan porque la contrarreloj puede llegar al último kilómetro y tal vez, solo tal vez, el último repecho sea eso, el último.
Otra vuelta de reloj sin vuelta de tuerca, sentidos que se opondrán todo el tiempo porque el propio tiempo es así de caprichoso.
Es tu tiempo, el mío. O quizás no.
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