Hoy aparezco pellizcando sin dolor, arañando alguna lasca, apretando los puños para que no se escape esa penúltima gota de agua.
Hoy, porque el hoy es vital ya que el ayer fue imposible y el mañana dios dirá.
Hoy es el momento, ahora; sin perder un segundo en encapucharme ni colocarme una media en la cabeza, ni tan siquiera ponerme un mono rojo y una careta de Dalí, hoy aparezco, siso lo que es mío que es más tuyo que mío, y trato de escribirte estas palabras. Dicen que quien le roba a un ladrón tiene cien años de perdón y yo no necesito cien años, muchos más, pero sí necesito un poquito de ti para mí y eso que te maltrato exprimiéndote constantemente como si hubiera perdido algo y estuviera invocando a San Cucufato.
Así es la vida o así es la vida que he decidido elegir o a donde me ha llevado la misma. El tiempo, qué bien preciado eres para el que lo tenga de sobras. Dicha esta sandez, he de decir que a pesar de que te necesito, mi tiempo que ya no es mío, lo invierto en tratar de multiplicarte asumiendo lo imposible, exprimiendo cada gajo tratando de que el zumo mantenga sus propiedades y no pierda las vitaminas.
Tú que eres infinito te acabas… frase que con unos conocimientos de física adecuados se podría explicar según donde coloquemos los ejes de coordenadas y así, mientras te acabas, te aprovecho malgastándote para algunos, “biengastándote” para mí porque como ya te he dicho, así lo he decidido.
Dicho todo esto y sin tiempo para detenerme ni seguir escribiéndote me marcho a otros asuntos porque eres limitado para mí y la arena de mi otra mano se escapa al mismo ritmo que el agua y ya no vuelves… no hay marcha atrás salvo que la maniobra sirva para ganar un poco de tiempo.