Contemplar arte a ras del suelo, cual lienzo, es sin duda, pura magia. La tiza y carboncillo se dejan hacer, la creatividad se desliza entre las manos, ésta vez, al mando de Lidija Milacie. La avenida de la Constitución se convirtió en su más apreciada galería temporal. Una de tantas jóvenes artistas que a cambio de unas monedas, pintan sobre la acera, en cualquier calle, a cualquier hora, en cualquier lugar.
Derroche de talento que marca y deja huella. Huella indeleble para el alma, pues a escasas horas, desaparecerá sin más, dando paso de lleno a la rutina, esa que pisa fuerte.
Una de tantas noches, paseando, caminaba absorta en el tiempo. Sin creerlo, ahí, en la soledad, sobre el suelo, unos dibujos llamaron mi atención. Agradecí no sé a qué o a quién el haberlos esquivado. No podría perdonarme haber pisado tanta belleza. Simplemente, me detuve y los admiré.
Ambas Esperanzas contemplaban a Nuestro Padre Jesús de la Salud. Preciosa escena, donde no cabe dolor, a pesar de sus lágrimas. Él se encargaría de repartir consuelo. Ahí quedé, por nada del mundo quería marcharme. Creo que aún sigo allí, contemplándolos…
Ella dibujó su pasión, nos lo entregó y abandonó su lugar con una humilde firma. Según ella, el futuro no existe, vive al día. El arte le conquistó. Carece de horarios, de agenda, se mueve por sentimientos, donde el estado de ánimo juega un papel fundamental en todas y cada una de sus creaciones.
Cuentan que el arte es un don, también la humildad…
Deja una respuesta