
El silencio denso y aplastante me rodeaba. No se escuchaba nada, estaba demasiado lejos de las carreteras para escuchar sus apestosos motores. El fresco aire había acallado el lamento de las chicharras.
Los pájaros dormían a cubierto y el perezoso búho de ayer, había desaparecido.
Mi espalda, recostada sobre densos cojines y el duro tronco de un roble, me mantenía erguido mientras miraba el paisaje.
Una suave brisa aliviaba mi alterado aliento, una suave y constante
respiración yacía a mi lado, su hermoso cuerpo desnudo descansaba sobre el mío, agarrándose a mi torso inconscientemente.
Sus pechos acolchados se aplastaban contra mi piel, mientras sus deliciosas
curvas se acoplaban a mi cadera.
Había quedado rendida, desestresado todo el sufrimiento del trabajo, ahora dormía plácidamente mientras acariciaba su brazo, acto que la relajaba considerablemente.
Su pelo olía a vainilla, un dulce
aroma que me invitaba a seguir pecando contra el cielo rindiendo pleitesía a su cuerpo…
La luna hacía brillar su piel, y la mía ardía donde ella se posaba, haciendo entrar en combustión a mi cuerpo, pero no podía moverme ni un segundo, por miedo a despertarla.
<< Siempre he dicho que eres mía, mi amor. Pero lo cierto es, que soy yo el que es enteramente tuyo.
Aquí, en la noche, con mi brazo hormigueando bajo tu cuerpo, me paralizo por ti. Sometido estoy por el amor que te profeso y jamás podré escapar de las esposas que atan nuestras almas. >>
El viento se llevó mis palabras, un juramento a la luna que siempre velará para que se cumpla.
Una llena y pálida luna que me observaba con interés. Celosa a razón de que nadie la ama así a ella.
Satelital mujer que nos mira con deseo y placer. Si… nos observó profesar nuestro amor y aún sigue ahí observando codiciosa nuestra desnudez. Noche tras noche…
Lo que yo desconocía era que la mujer que amaba… la amante que cada noche venía a mi jardín, no era otra que la soledad. Que todo era un sueño placentero tan vivido que creía recordarlo.
Que aquella mujer era mi soledad, tan amada por mi alma, que le hacía el amor en mi subconsciente.
¿Habría necesidad de algo más? ¿Es necesario la compañía de una mujer, si tienes a la luna y a la oscuridad para amarte? ¿Cuando la soledad yace entre tus brazos exhausta por tu amor?
Espectro Errante