
Esto no puede ser un artículo sin más, no puedo, estás palabras las escribe un niño feliz de 3 añitos que con la ilusión recién estrenada, iba de “viaje” al campo de su Sevilla, el de su abuelo, de su mano y con la gorra que él le regaló minutos antes de pedir un favorcillo a su colega de la cubana celeste y la gorra de plato para meterme en el vestuario con Francisco López Alfaro y por supuesto, Manolo Cardo.

Ayer me encontré con esta dura noticia, no porque lo conociera, si no porque era mi primer entrenador, con esa cara de hombre sabio de plazuela de pueblo, tal vez la que lleva su nombre en su Coria del Río natal, de “jechuras” de abuelo de peña, de campos de pueblos y la sabiduría en su pasión: el fútbol.
Manolo, con un grupo de chavales de la cantera y dos o tres refuerzos externos nos metió, tras años de almohadillas y octavos y novenos puestos en Europa por primera vez y eso era el éxtasis de la felicidad extrema porque hace más de 40 años, éramos felices con muy poco, con casi nada, y el campo vibraba con un Gol Norte de verdad, con aquellos resultados de madera que había que mirar en la revistilla para ver cómo iban los demás partidos.
Se va el primer “Banquillo de Oro” del Sevilla FC, aquel que conocía y confiaba en una cantera sana, sin muchos enchufes y con una ornada de chavales que, a su muchísima calidad, le añadían aquello de la “casta y el coraje” y aún así, no nos daba para mucho, aunque todo ese “poco” era muchísimo…

Se nos ha ido un sevillista íntegro, un tío de verdad, de esos que hablan verdades sin alardes ni retorcí el discurso porque en el fútbol ya está todo inventado.
Se nos ha ido Manuel Cardo Romero, Manolo Cardo, mi primer entrenador del Sevilla.

Descanse en paz. Un buen sevillista y buena persona