
La Cartuja presentó un ambientazo, más de 64.000 personas, pero el Betis salió apagado, sin tensión y regalando una primera parte que fue un suplicio. Y eso que el arranque ilusionó: Abde rompe por la izquierda, el balón queda muerto y Antony fusila el 1-0. Ahí se encendió todo. Pero duró nada. El Barça se adueñó del balón, encontró una autopista en el costado izquierdo bético y Ferrán Torres, dos veces, le dio la vuelta al partido en siete minutos. El Betis corría detrás de sombras, desordenado, sin mandos en el centro del campo y concediendo facilidades de equipo blando.
La cosa no mejoró. Pedri manejaba sin oposición, Roony hizo el 1-3 y el cuarto llegó con un rebote cruel en Bartra que dejaba en evidencia a un Betis roto. La ausencia de Amrabat e Isco pesaba como una losa y al descanso el 1-4 era un mazazo todavía más grande que el marcador. Fue una primera parte tétrica, de esas que duelen porque sabes que ahí se te ha ido todo. No había ni control, ni energía, ni ese punto de orgullo que a veces sostiene al equipo cuando falta fútbol.
Tras el descanso, con Deossa en el campo, al menos apareció un Betis más digno. El Barça levantó un poco el pie y el equipo intentó morder, aunque sin claridad. Y justo cuando parecía que podía maquillar algo, llegó el penalti señalado por el VAR en una mano absurda de Bartra tras un rebote imposible. Yamal puso el 1-5 y dejó el encuentro visto para sentencia. Aun así, Pellegrini tiró de cambios, el equipo se soltó y tiró de amor propio: Llorente recortó tras un córner y el Cucho hizo el 3-5 desde el punto de penalti en los últimos minutos.
No dio para más. El Betis maquilló el resultado, pero no escondió la realidad: la primera parte fue un regalo imperdonable. Con la derrota, el equipo se queda en 24 puntos y pendiente de lo que haga el Espanyol. Toca resetear rápido porque llega el Dinamo de Zagreb en Europa y allí no se puede salir dormido. Allí hay que ser el Betis. El de verdad.
