Y siguió mostrando su mejor rostro, aunque nadie sabía que había estado desnuda en medio de una tormenta.
Como árbol en flor dejó ver su belleza, nadie sabía que los otoños habían hecho caer sus hojas.
Derramando lágrimas en silencio y sonrisas en alta voz, mostrando su fortaleza aunque en su interior necesitaba la protección y el cuidado.
Pasaron las estaciones y ella siguió allí firme como roble, mostrando que era capaz de soportar el pasar del tiempo.
Tiempo… Pasado, tiempo… De ahora, tiempo… El de siempre.
El que arruga la piel y la va llenando de cicatrices, el que blanquea las cabezas pero no las ganas, el que acorta las memorias y hace borrosos los recuerdos.
Pero no los suyos sino los ajenos, tiempo, dale tiempo al tiempo, llénalo de segundos y horas, de inviernos y primaveras, de veranos que calienten el alma.
Alma fría, de sentimientos raros, de sensaciones que no sabe si son ciertas o no, de recuerdos que no sabemos si recordamos o imaginamos, de personas que conocimos y se marcharon, dejando un vacío que nunca se llenará.
Que marcaron huellas en la arena de la playa, abrazos en el frío decembrino, consejos en los días difíciles y que ahora ya no volverán, remembranzas de otras épocas y señales de existencia, éter.
Universo distante y perfecto, que llena vacíos y crea nuevos, ¿estás? Solo ahí en los recuerdos…