
No ha sido un año fácil, pero por fin el Betis tiene motivos para sonreír. El equipo de Pellegrini, irregular en LaLiga y con muchas dudas en su juego, se dio un respiro con una victoria contundente en Bélgica (0-3) ante un Gante que se vino abajo en la segunda mitad. Medio billete para los octavos de la Conference en el bolsillo y, lo que es más importante, una inyección de confianza para lo que viene.
El partido empezó con el Betis mostrando las mismas dudas que lo han acompañado en las últimas semanas. Poco ritmo, dificultades para dominar el centro del campo y un Gante que, sin ser un equipo brillante, metía intensidad y presionaba arriba. Isco intentaba llevar la batuta, Lo Celso aparecía por dentro y Antony, en su debut europeo como bético, era el más insistente en ataque. Sin embargo, el primer tiempo se fue sin goles y con la sensación de que, otra vez, el equipo estaba lejos de su mejor versión.
Todo cambió nada más empezar la segunda parte. Dos minutos después del descanso, Antony agarró un balón en la frontal y sacó un disparo de rosca ajustado al palo para hacer el 0-1. Golazo del brasileño, que empieza a demostrar por qué el Betis ha apostado por él en este mercado invernal. El tanto fue un punto de inflexión: el equipo se soltó, comenzó a manejar el partido y, sobre todo, supo jugar con la desesperación de un Gante que desapareció del mapa.
El Gante intentó reaccionar, pero fue un espejismo. Pasada la hora de juego, a Ez Abde le anularon un gol por una mano previa y, a partir de ahí, el partido fue completamente verdiblanco. Bakambu aprovechó un error defensivo para hacer el 0-2 en el 72’ y, ya con el Gante entregado, Altimira, que había entrado desde el banquillo, cerró la goleada en jugada a balón parado. Partido resuelto y el Betis, con un pie en los octavos de final.
La vuelta en el Villamarín debe ser un trámite, pero este Betis no puede permitirse relajaciones. De momento, al menos por una noche, el equipo sonríe. Que dure.
