Desvía su mirada ineludiblemente, por no ver el desprecio a su hijo camino al Calvario en aquella calle dichosa de la Amargura. Sonidos instrumentales conformando lindas melodías desean escoltarla,acariciando con exquisito mimo su angustia. Es entonces cuando una pieza musical “Amarguras”, se sumerge en ese guión literario, cual poema religioso, en forma de marcha fúnebre.
En cada acorde de tan grandiosa partitura, está reflejado el devenir de la agonía de una Madre. Los primeros compases reflejan la omnipotencia de Cristo y como si de trompetas se tratara, anuncian el paso de la comitiva. Si prestas atención podrás incluso oir entre susurros las palabras de consuelo, sagrada conversación de San Juan Evangelista. Los comienzos de una saeta, cual rezo de todo creyente, refuerza el encanto de este himno.
Una marcha procesional para ella, esa era su súplica. Fue Manuel Font de Anta, quién escuchó los ruegos de su progenitor. En aquel insistente reclamo, a sabiendas que serviría a su hijo de gran inspiración, le hizo llegar undelicado tarjetero de marfil, donde cuatro fotos de su Dolorosa Coronada embelesaron a Manuel, cual musa celestial. A su vez, una misiva delataría esa frase desgarradora de padre a hijo: “Ya que a mí me lo niegas, ¿sería capaz de negárselo a ella?”
Y la compuso pues. Rendido a sus pies. Entregando cuerpo y alma. Derroche de sentimientos que parecen cobrar vida en cada una de sus notas. Es casi inevitable que la piel se erice y entres en un estado de recogimiento y sea la música la que te envuelva, y un bendito paso de palio se encargue del resto.
El Silencio Blanco, Hermandad de la Amargura, hermandad de hermandades, tiene el privilegio, la suerte ciega de contar con este patrimonio musical. Marcha que suena de forma obligada, precediendo al acto institucionalpor excelencia, el Pregón de Semana Santa.
Será a partir del atardecer del Domingo de Ramos cuando esta pieza recorra las callejuelas de la hispalense. Libre, en cualquier recoveco. Se hará el silencio, su majestuosidad se colará bien adentro provocando más de un suspiro.
María Santísima de la Amargura se abre paso y suena Font de Anta, no cabe más en esta tierra mariana, tan solo, alentar su caminar y su llanto puro, siendo partícipes, cual almas consoladoras de su inmaculado corazón.