
Tanto fue su amor, estando prohibido, que acabaron convertidos en piedra, sin poder tocarse, para la eternidad.
Ángel Salgado I
Desde aquí, yo te veo y, aunque tú no me mires, me basta con saber que sigues ahí.
Ángel Salgado II
El frío de un puerto norteño, la brisa helada y el agua salada salpicando… Razones suficientes para quedar petrificados y no poder volar.
Ángel Salgado III
Si Don Quijote confundió molinos con gigantes, quién soy yo para decir que esos son mojones pintados y no gaviotas grandes…
Ángel Salgado IV
He intentado cambiar, por ella. En medio de la tormenta, como gaviotas de piedra, he soportado. Inmóvil y calmado a la espera de un respiro, aquí me quedo…
Manuela Sánchez
Recuerdo a mi madre silenciosa en su taller con su bata azul esculpiendo gaviotas de piedra. Las había de todos los tamaños y colores. Un día me miró y me dijo “no te equivoques, estas nunca volarán” y siguió con su mazo, mientras yo les echaba miguitas de pan.
Calila
I
Imagino a Silvio Rodríguez en La Habana, con el Fortín El Morro y La Cabaña de fondo, contemplando estas gaviotas y dejando volar sus notas musicales.
II
“Gaviota de vuelo libre
en paraísos infinitos,
te atrae el clamor del mar
con urgencia de solsticio.
…
Los ojos de las gaviotas
lloran, sin tener un mal,
para eliminar la sal
de las aguas del océano.”
III
Almas errantes, nostalgia del mar (Rubén Darío),
paso del tiempo y de la vida, su fugacidad (A. Machado)
Viaje, esperanza y del mar, su inmensidad (Pablo Neruda)
Nostalgia, exilio y libertad (Rafael Alberti)
IV
Cuenta la leyenda que la cabeza de Medusa, incluso después de ser decapitada seguía petrificando a todo el que la miraba a los ojos. Pobres gaviotas.
Nemesio Laverde
I
Amarga condena que impide a estas gaviotas volar.
II
Complicado volar del nido. Difícil situación actual. Corazón joven, pies de plomo y alma de piedra.
Juanma García
I
Las gaviotas volaban libres sobre el mar, hasta que las llamaron débiles por querer elegir su rumbo. El viento rugió con ellas, sobre ellas y, de un grito, se volvieron piedra. Ahora, desde los acantilados, observan cómo otras aún desafían el cielo.
II
Un día, las gaviotas dejaron de pedir permiso para surcar el viento. Entonces, un hechicero malvado la convirtió en piedra pensando que así callarían.
A día de hoy, sus sombras siguen sobrevolando las olas, recordando que ninguna jaula puede encerrar lo que nació libre para volar.
III
Gaviota, blanca en el viento,
alas de espuma y sal,
¿a qué puerto vas errante,
donde no te alcance el mar?
Ni la roca te retiene,
ni la red te atrapará.
Eres aire, brisa, piedra y vuelo,
libre espuma sobre el mar.
Anita