Era muy temprano y la mañana estaba despertando del letargo de la noche, cuando sentí un porrazo y rápidamente mi vista se fue al sitio, me acerque al pie de un árbol y vi una cría de palomo que por circunstancias se había caído de su nido.
Me agaché y con sumo cuidado lo cogí y lo apoyé sobre mi pecho. Rápidamente vi revoletear a su madre a tan solo unos metros de donde había caído la cría, como queriéndome decir algo.
Hubo un momento de incertidumbre, donde no sabía qué hacer con él, pensé si lo dejo aquí, el pobre al no saber volar lo más seguro es que muera de hambre o de sed y hasta pudiera ser que cualquier animal lo viese y lo matase.
Su madre seguía revoleteando a mí alrededor y pensé de echarlo sobre las ramas del árbol, pero el pobre al no poder volar lo más seguro sería que se volviese a caer, con la posibilidad de no acertar a cogerlo y con el golpe se pudiera matar.
Quedarme con él en casa, totalmente imposible, primero porque a mi mujer le da autentico pánico los animales y segundo, porque no sé lo que pasaría con mi perro cuando lo viese.
Mi perro no es de los fieros y creo que no le haría nada, pero al fin y al cabo es un animal, y nunca se sabe que puede pasar.
Fueron tantos los recuerdos que me produjo el tenerlo apoyado sobre mi pecho y sentir las caricias que el pobre palomito me hacía con su pico en mi mano, que hizo que me trasladase a cuando yo tenía unos 7 años y me vi echado en el suelo de mi casa, metiendo las manos en el hueco que había debajo del armario donde tenía un palomo parecido que mi padre me había “regalado” para intentar calmarme de algún berrinche que padeciera mi madre en ese momento.
Junto a la habitación donde vivíamos, había un pequeño espacio como de 2 metros de largo por 1 de ancho donde mi padre tenía colgadas en la pared varias jaulas con algunos palomos, era una de sus aficiones.
Recuerdo como mi padre algunas mañanas echaba a volar a dos de esas palomas conocidas como palomas rateras y que con su vuelo alrededor del sitio donde hubiese palomos; conseguía engañarlos y traerlos al pequeño palomar que tenía mi padre con lo que consiguió tener una buena cantidad de ellos.
Yo disfrutaba cuando mi padre se ponía a limpiarles las jaulas y verlo echarles la comida y el agua en unos cacharritos que les tenía preparados, rápidamente se marchaban volando al tejado de mi casa, donde esperaban que mi padre terminase para volver de nuevo a su sitio para comer y beber.Con el que supuestamente me había regalado mi padre, el tiempo que disponía con él disfrutaba cogiéndolo y dándole de comer en mis manos.
Por eso cuando tuve al pequeño palomo apoyado sobre mi pecho y viéndolo tan indefenso me dio mucha lástima. De pronto se me encendió la bombilla y me acordé de unos amigos que vivían cerca de casa y que estaba cerca del sitio donde me encontré al palomo, y que ellos tenían muchos pajaritos y que no les importaría recogerlo.
Rápidamente los llame por teléfono comunicándoles mi problema, a lo que de inmediato me dijo que se lo llevase, lo recibió con tanto cariño que pensé ¡por fin tendrá hogar hasta que se haga mayor y pueda valerse por sí mismo!
Al poco tiempo, les pregunté a mis amigos por el palomo y me contestaron que por fin vuela por él solo.
Posiblemente encuentre a su madre y de nuevo podrán estar juntos y los dos de árbol en árbol, volar en libertad.
Te hice caso y lo leí… Me impresiona la forma que tienes de relacionar tu vida presente con todo lo acontecido en tu pasado. Se ve que tienes un corazón enorme, aunque yo he tenido la suerte de saberlo siempre.. gracias por hacernos llegar tantos y tan buenos recuerdos.