«Venid, venid, hijos míos«, decía el abuelo. «Os voy a contar una historia«, «Bieeeeeeeen!!!! ¿una de tus batallitas?» le contestó su nieto mayor.
«Os voy a contar la historia de un guerrero. –¿Un guerrero?– Sí, uno de esos personajes que habitan entre nosotros y que un día decidió abrir una casa, un hogar, una Morada dónde batallar y morar, morar y batallar. –¿Era muy fuerte, grande y muy valiente, abu?– No gran cosa, pequeño, lo normal, sólo que le gustaba llamar a las cosas por su nombre.
¿Sabéis quién es el Papa, no? Pues hace unos años, bajó de su Palacio de piedra en Roma y se dio un paseíto por Barcelona. -¿En Barcelona no fue donde Javi hizo ese partidazo, abu?- Exacto hijo mío, aún recuerdan el penalti que paró a Leo Messi…
Pues eso, con motivo de esa visita, el guerrero en cuestión, se enfundó su capa blanca de origen ovino, desenvainó su pluma de decir verdades y basándose en un pasodoble del gran Antonio Martínez Ares, le dijo un par de palabritas bien dichas al señor del papa-movil.
«¿Qué fue lo que le dijo exactamente, abuelo?», le dijo la nieta mirándolo a los ojos con cara de intriga. «¿De verdad quieres saber todo lo que le dedicó?» Pues pincha en la foto y recuerda sus palabras: