La otra mañana me monté en el autobús para ir al centro, tenía que resolver algunos asuntillos.
Suelo montarme en la parada que hay frente a un costado del hotel Macarena, por ser la más cercana a mi domicilio. Pues en la siguiente parada que es la que está casi enfrente al convento de los Capuchinos, se subió un señor ciego y un precioso perro color canela y bastante grandote.
-¡Todo lo que tiene de grande, lo tiene de maravilloso este animal!- Pensé.
Desde la posición que yo tenía en el autobús pude ver perfectamente el trabajo tan perfecto que realizó este bendito animal.
Cómo se puso delante del pobre ciego para que no se moviera hasta que el autobús no estuvo totalmente parado. Cómo con su cuerpo le fue indicando la distancia que había entre los escalones de subida, cómo se paró en el sitio justo, para que pudiera picar y cómo lo fue llevando hasta los asientos reservados para las personas con discapacidad.
Precisamente estaban todos los asientos ocupados y cómo el animal se pegó a una de las personas que estaban sentada -¡Que estaba ocupando un asiento que no le correspondía por no estar discapacitada!, precisamente. Se pegó a élla y con sus gestos y roces -¡Parece mentira a lo que pueden llegar estos animales!- Le indicaba que se tenía que quitar.
Cómo lo fue llevando hasta el asiento y una vez que lo vio sentado, se echó entre sus piernas sin molestar a nadie de los sentados en los asientos colindantes.
Como yo no tenía prisa, seguí montado en el autobús para ver como realizaba el trabajo cuando llegase la parada donde su amo se tenía que bajar. A la voz de su amo, que anteriormente había preguntado en voz alta si la parada siguiente era la por él deseada, el animal se levantó y una vez que el autobús estuvo parado, lo llevó hasta la puerta y con su cuerpo lo fue guiando para que acertara con los escalones.
Me bajé con ellos y decidí seguirlo para ver como lo guiaba en el semáforo que había en la esquina y que obligatoriamente tenía que cruzarlo. Llegó el animal y se quedó quieto hasta que sonaron los “pajaritos”, que indicaban que se podía cruzar, con su cuerpo lo avisó y lo fue llevando hasta la otra acera.
Yo después de ver esta maravilla, pensé: ¿Si las personas fuésemos la mitad de nobles que estos animales, hasta donde podríamos llegar?
¡¡Quedé impresionado y maravillado!!
¡Pero también me surgió una pregunta! Si estos animales hablasen, ¿qué sería del género humano?
el guerrero says
14 febrero, 2012 at 12:42Lo mismo me pasó a mí y por esa misma zona. Hace un tiempo me ocurrió este encuentro. Sería curioso que fuese el mismo animal…
Os dejo el enlace del homenaje que le hice yo en su día…
http://www.lamorada.tv/2010/12/el-fiel-lazarillo/