Una vez escribí una de mis estupideces a un borrador de pizarra y me quedé tan pancho. Hoy, sin embargo, no le escribo al utensilio arrojadizo que te deja el chaleco blanco si el profesor-lanzador olímpico apunta y dispara contra ti, a modo de centro de diana. Me toca divargar sobre esos personajes que te encuentras en
la vida que se dedican a ocultar y tapar los errores de los demás para que no se vean las carencias del amigo. Escaso favor el que le hacen ya que lo que debería hacer es enseñarle a mejorar y que apechugue con la cagada. Hay artistas capaces de disfrazar la realidad del que la lía con una sutileza tal que encubren hasta el mayor despliegue de errores en cadena jmás conocido y los hay también, que ni siquiera son capaces de ver su propio error y viven de ello. Pues el trabajo de ocultar los errores puede ser algo digno como en el caso del borrador, un tío que sufre las consecuencias de los demás, y encima siempre está a mano pra que el blanco correcto siempre esté sobre el negro y más aún, tenemos el amigo goma, que puede ser italiano, o no, y que incluso permite que lo mordisqueemos de chicos y que se erosiona con el paso de los erores de su amigo. Otra vez vuelvo a caer en mis estupideces y le dedico esas palabras al Tipp-ex, ese aliado del torpe que la ha cagado y no reconoce el error ya que por mucho que lo utilice, la mancha canta como un jilguero y la huella queda para siempre.
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