Y de nuevo el Hijo de Dios surgió de las cenizas del hambre. En un arrebato de vida. Regresando con una voz parecida, pero con unas huellas que ya nunca serán iguales.
De ahí que la mañana se pespuntee con la yema de sus dedos.
De ahí que las nubes pasajeras se dibujencon el rastro de los vencejos que estuvieron presentes en su despedida de este mundo.
De ahí que el mandamiento mas sincero se trace con las líneas maestras donde se sustenta el motor de este regalo del cielo: el amor.
Porque si detrás de toda esta Pasión, de esta Muerte y de esta Resurrección no existiera el amor, estaríamos asistiendo a la mayor mentira jamás contada por los vientos.
Pero los vientos no mienten cuando un cirio deshoja goterones de promesas; o cuando una bulla clama izquierdos y alardes; o cuando los pellizcos del alma son el lenguaje con el que los silencios tarareanrezos.
Dios ha regresado.
Sin más. Por el camino más corto que la memoria tiene para dejar de doler.
Y llega con la mirada limpia. El pecho descubierto. La piel allagada, pero sin dueño.
No hay rencor en sus palabras.
No hay venganza en sus actos.
No hay moneda de cambio en las alforjas de su cintura.
Él es el todo con el que la nada se alimenta. Es el principio con el que el final se ahoga. Es el último suspiro para que el tan ansiado Hombre -su obra más perfecta- siga respirando bajo un cielo cuajado deestrellas y garabatos.
Pero que no se nos olvide… que, aunque los mares destilen amores; las montañas sean senderos para respirar; y el atardecersea una estampa del horizonte enamorando al Campo del Sur, o a Triana, o al barrio de San Miguel… la perfección sigue siendo Él.
Él y sus sombras… esa mortaja que se queda a vivir en las calichas de las razones.
Bendito regreso al mundo.
Deja una respuesta