Muchas tardes, mientras doy un paseo acompañada por mi perrita, me vienen a la memoria tantos y tantos recuerdos de mi adolescencia que resulta difícil dejar de pensar en ellos.
Esta mañana, antes de salir de casa, revisé mi blog y encontré un comentario en una de las entradas de una persona que ha sido muy influyente en mi vocación por la Literatura y por escribir, hablo de Tomás del Rey…

Mientras estaba en su clase, sentada en mi mesa, con mis apuntes, mis libros y mis comentarios de texto por delante, no era consciente de lo mucho que me marcaría en la vida. Nunca somos conscientes de que los profesores influyen en nosotros, unos más que otros, pero así es. En sus clases se aprendía mucho más que literatura, se aprendía a saber amar el arte de la palabra, saber dialogar, saber escuchar, expresarse con saber estar, y valorar el trabajo. Se aprendía a leer, que no es fácil, a disfrutar escuchando a autores que de ser de otro modo jamás habrían llegado a nuestras manos para saborear su exquisita verborrea, y como tutor nos enseñó a ser persona.
En la memoria de mis recuerdos guardo, en un rinconcito de este altillo improvisado, mil palabras, mil consejos, mil reuniones de redacción para que La Caja de Pandora, por aquellos tiempos aún en formato papel, viera la luz. Me enfrentaba a cada Jueves de reunión con ilusión, deseando que Tomás valorara mi trabajo y me animara a seguir, tal y como ha hacho siempre en este sentido.Desde aquí gracias a todos esos profesores que consiguieron hacer mella en nosotros, aquellas niñas de Las Esclavas con uniforme de cuadros que han conseguido sobrevivir a la vida; José Antonio, Manoli, Amparo, Emilio, Trini, Rosa, Adelaida y un largo etcétera, y sobretodo a Tomás, habéis conseguido que el olvido no se haga presente en vosotros y que la magia de los recuerdos os traiga de vuelta a mi memoria.
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