Hay momentos en los que tirarías la toalla sin pensarlo dos veces, días en los que miras a tu alrededor y piensas qué mierda de vida es ésta en la que niños se convierten en ángeles, en la que padres y madres matan a sus hijos, en la que hombres matan a mujeres y al contrario, en qué mundo de locos vivimos cuando normalizamos lo anormal. Un mundo lleno de enfermedades que se llevan a nuestros mayores, un mundo lleno de basura, en el que para ser feliz un momento la vida te da un revés del que te resientes por años…
Esa toalla que tiramos a veces con rabia, otras con dolor y muchas veces con la desilusión del momento, hay que recogerla, aunque nos cueste, aunque no tengamos ganas de agacharnos, aunque nos asfixiemos en el intento del esfuerzo, aunque esté negra de tantos pisotones cómo le damos…
Hay que recogerla, una vez, dos y las que hagan falta, hay que recogerla para secarnos el sudor que nos deja los sinsabores y las decepciones, echarla a lavar en la mochila que todos llevamos a cuestas y seguir adelante intentando que nunca más se caigan las fuerzas para coger esa toalla y ponerla a secar al sol.
La mochila hay que irla vaciando poco a poco. Un día sacas el desengaño, otro te deshaces de la pena, la rabia, el dolor, las mentiras y hasta de las alegrías y felicidad que un día fueron y que sabes que no volverán a ser. Y así, poco a poco, esa mochila irá pesando menos y no nos hundirá con ella, podremos cogerla sin miedo a caernos y siendo capaces de andar kilómetros, porque las piedras que había en ella se han ido dejando atrás.
Una piedras que irán dejando surcos y una espalda resentida de los años acumulados, pero nos permitirá volver a la ilusión de mirar el futuro de frente y con ganas. Las piedras seguramente volverán a estar allí,haciendo mella por su peso en nuestro cuerpo, pero sabrás cómo deshacerte de ellas y empezar una y mil veces más.
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