Despierto con dolor de cabeza, los brazos dormidos, la cara hinchada y diversos arañazos por todo el cuerpo. Con la ventana abierta de par en par y sin taparme del frío, con la fina sábana que yace arrugada a mis pies.
Para colmo, he dormido con el móvil clavado en mi espalda. Menos mal, que por lo menos me lavé los dientes y me di una ducha antes de acostarme, que si no, menudo desecho humano.
No sé ni cómo he podido dormir, pero descansar, físicamente, no he descansado. Eso lo tengo claro.
Supongo que mi cuerpo se encontraba saturado de emociones, con altas cantidades de endorfina endulzando mi bienestar. Con el apetito encaramado en el ánimo, ¡otra ronda de serotonina! . Directa en vena, sobredosis de dopamina. Respirando oxitocina en el ambiente.
Y ahora te echo de menos, solo me queda tu resaca, tu bendito recuerdo hecho amargura. Quiero más, necesito más.
Simplemente siendo feliz, agotado, pero inmensamente feliz.
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