Déjalo, no insistas, mañana será otro día, desconecta , lo necesitas, no te rayes, mañana lo verás diferente, consúltalo con la almohada, no le des más vuelta, al final pasará lo que tenga que pasar por mucho que hagas o pienses, déjalo estar, el destino está escrito, tómate algo y duerme, todos los caminos llegan a Roma…
Nunca llegaba el momento adecuado para coger el toro por los cuernos,postergando decisiones que debía tomar sin más dilación, haciendo cosas que no admitían otra prórroga más, esa era la tónica que marcaba cada día… Luego, más tarde, después, mañana, tengo tiempo, es mejor en otro momento que nunca llegaba.
No era su fuerte tomar decisiones, ni tomar iniciativas en ningún sentido, se dejaba llevar por la corriente que tocaba sin cuestionar nada más allá, simplemente se dejaba hacer y dejaba de realizar.
Se tumbaba en el sofá, y aunque por su cabeza pasaban mil ideas que llevar a cabo, mil tareas pendientes que debería hacer, lo dejaba estar. Entretenía su mente en cualquier otra cosa… el móvil, la tablet, la caja tonta, y pensar. Dar vueltas y vueltas en un círculo vicioso que jamás rompía porque eso suponía cambiar sus hábitos, sus prioridades, y la forma de vida que había decidido, por sí misma, llevar hasta el final de sus días. Quizás esa fuera la única vez que tomó una decisión, y quizás tampoco fue la más acertada, porque esa desidia la estaba abocando a decisiones que no debía tomar, errores difíciles de subsanar y una dejadez personal que no podría remontar…
Ya era tarde para ella, aunque se aferraba al «nunca es tarde si la dicha es buena», y la dicha lo era, pero las ganas no. No iba a cambiar por mucho que en su cabeza rondara constantemente el sueño de un futuro prometedor lleno de proyectos, pero todos sin terminar.
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