Tan inmortal como puede que necesario; tan presente como yo mismo…
Baldosas de mil colores que se tiñen gris oscuro casi negro que cimbreantes, te hacen tambalear en tus firmes pasos; arenas movedizas que te engullen lentamente hasta perderte en un abismo del que no puedes huir; pozo escabroso y maloliente de limitado diámetro y longitud cuasi infinita en el que caes sin remisión.
Mirarte a los ojos e incluso vencerte es hazaña para pocos, elegidos. Unos, van con o sin cerebro y sin ti, de frente, por el camino más corto, por esa misma carretera y no hay molino que los detenga; otros, sin embargo, cabalgan contigo a cuestas, con las alforjas llenas de ti, despacio, con sigilo, un pasito “palante” y algunas veces dos para atrás…
Mercancía complicada, tarea de difícil resolución.
La vida, siempre la vida, es la que te hace ponerte en tu sitio, o en ese sitio que te ha tocado en los dados de ella misma, y ahí es donde tú decides si pasar a tu propia historia y ser tu héroe y quedarte rezagado, pleno en tristeza y en mediocridad y lamentos. Ambas decisiones son lícitas, y tanto, pero las primeras te inundarán de batallitas los ratitos con tus nietos y la segunda te inundará igualmente pero de “y sis” incumplidos y que jamás tendrán respuesta.
Sin ti, adelante y contigo, adelante también que tiene más mérito.
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