– Cariño, ¿has mirado el buzón?
+ Para unos días que nos vamos de vacaciones…
Vivía tranquilo en mitad del campo. Así lo había decidido hacía años. El ruido de la ciudad le abrumaba. Tanto bullicio le incomodaba. Pero al menos tenía mil amigos. O, a lo mejor, conocidos, quién sabe. Ese buzón al que dijeron hablarle pero nunca llegó nada.
¿Quién ha colocado un buzón en mi nuevo barco? ¡Somos piratas!, !no pagamos tributos! Saqueamos…
Entre las cosas sin uso ni sentido:
El teléfono que no suena,
La impresora sin tinta,
El libro guardado,
La luz que no enciende,
El amigo que no apoya,
La antena que no sintoniza,
Y el buzón que no recibe correo.
Abandonado y olvidado.
Por muchos, nunca usado.
Nuevas nuevas, malas y buenas. Un pecho, un corazón y un cerebro que sienten y asumen lo que no pudo traer la paloma.
No corren buenos tiempos para la lírica…
Y si mi hogar es la calle, ¿a dónde llegan todas las cartas de amor a mi nombre?
Lleno de recuerdos y de amores,
tras el verano, lleno de sobres.
La alegría al recibir una carta,
esperando a que el cartero las reparta.
Se acabó tu tiempo, dice alguno.
De haberte usado, yo presumo.
Muchos contactos, muchos mensajes directos, muchos whatsapps y telegrams, muchas burbujas de chat, muchos mails en la bandeja de entrada. Y todo un continuo propaganda y spam, mientras el buzón está vacío porque ya nadie escribe cartas de verdad.
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