Qué bonito sería volver a ser una niña, despreocupate del día a día… El bocadillo de Nocilla cuando llegabas del cole, mientras veías Barrio Sésamo y aprendías inglés con Mazzy…
Luego la insistencia de tu madre para que te pusieras a hacer los deberes, aunque a mí nunca me insistió demasiado, era de esas alumnas raras a las que le gustaba estudiar, hincar codos, hacer comentarios de textos, inventar una poesía e inventarme historias que me ayudaran a retener una teoría que parecía inmensa e inabarcable. Al final todo salía.
Cuando se trataba del dibujo técnico, la cosa ya cambiaba. Mi percepción espacial era comparable a la que podía tener una gallina tierra. Alzado, planta… Nunca fui capaz de verlo y a día de hoy me acuerdo cuando tengo que interpretar un mapa y no sé dónde ubicarme…
Quién volviera a ponerse aquel uniforme con falda de cuadros remangada y cola con lazo, estrenar estuche y mochila al principio de un curso que empezabas con ilusión y terminabas extasiada, aunque luchabas hasta el final. La responsabilidad de una niña que creía ser mayor porque se le daban bien las derivadas…
Mirando atrás a aquella época, nostálgica de libros, mochilas de cuero de los hippies del Duque, con un olor que impregnaba cada libro, la carpeta clasificadora forrada con las foto del super pop… Quién volviera a ser niña, cuando loas complicado en su vida era aprenderse la tabla periódica, que ahora le sirve para ganar algún «quesito» en el Trivial…
Unas raíces cuadradas a las que jamás encontré el sentido, y llevaba razón, nunca las usé después de aquellos años, pero conseguí aprender de memoria unas reglas básicas para pasar el examen y dejarlas atrás.
«Una vez vi una vaca vestida de uniforme» una mnemotecnia que usaba para poner orden en unas operaciones matemáticas quee resultaban imposibles… Siempre fui de letras, pero no de Cela… Una lectura obligatoria que jamás hice, fuel a mis principios…
Aquellos maravillosos años, que en el momento me angustian y que a día de hoy, daría todo por volver a ellos, para que mi principal preocupación fuera aprobar un examen de Lengua o usar el compás en una lámina en blanco que siempre terminaba emborronada por mi torpeza.
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