Cádiz, los coloretes que no falten y un puchero de domingo que inunde las casa puertas de ese aroma a barrio, a currante, a tendedero, azotea y ropa tendía.
Hoy mi puchero viene para aplacar la resaca de felicidad, la hemorragia literaria que se detiene en un Teatro e inunda las calles del mundo de eso que corre por las venas del gaditano. Será el alma de Cádiz…
Puchero con su tocino añejo, su hueso de jamón y un poquito de aromas nuevos lleguen a Edas catacumbas donde aquellos sumisos cantan por rumba siendo y haciéndonos un poco menos esclavos. Y todos sabemos que pa un buen puchero, lo mejor es un buen caldero, uno de esos de toda la vida donde no se pega la comida pero tiene un asiento y un poso que al decirle las palabras mágicas salen conjuros del corazón. Será el embrujo de Cádiz…
Y sí, es cosa de ustedes, pero engancha más allá, mucho más acá y cuando el allá y el acá se unen, qué maravilla sentirse de la Viña por un ratito, perderse por tus callejuelas entre ilegales y callejeras, entre coros y tangos aunque ya nunca más te encontremos aun estando en cada nota de ellos.
Esto comenzó siendo el puchero del domingo y me llevó al Pópulo… y de tus laberintos no quiero salir incluso sabiendo que las metas son… lo siento, no tengo palabras.
Papelillos, serpentinas, risas, abrazos, familia, libertad,… mientras, merendaré un bizcocho que se os sigue atragantando.
Pasado el domingo llegó el lunes y con él una nueva semana, nuevas oportunidades de sentirse más completo al escuchar esas coplas…
Podéis concluir parafraseando al filósofo: esto estaba siendo un puchero de domingo que se convirtió en una declaración de amor eterno…
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