Fiel a mi cita, acudo con un golpe de ira irracional, sin motivo y por ello desmotivado aunque con la mente puesta en otras cosas.
Hoy me estás sanando sin saberlo, sin hacer nada, sin mover un dedo. Tu presencia, su ausencia y yo nos valemos para alcanzar el punto y final de este texto, sin lamentos, sin prisas, cocinado a fuego lento.
Hoy te veo algo gris, tú me verás igual a mí. No sé si es gris el color que mejor te define, perdona mi error de apreciación. Déjame llamarlo gris.
Parece que has llorado, noto huellas de tus lágrimas que con motivo o sin él, siempre sin necesidad. Hasta que deja de serlo y se convierten en tragedia, pero ese es otro tema.
Como ves tengo poco que contarte pero aún así aquí estoy. Sabías que vendría y yo sabía que tú me esperabas.
La bruma me inquieta, no estoy ni para brumas ni para bromas y tampoco te puedo contar a gritos silenciosos el motivo porque no lo hay.
Tu luz natural se mezcla en estos momentos con la artificial y a lo lejos veo un intenso brillar. Las cosas deberían tener un criterio marcado pero siempre hay alguien que quiere sobresalir dando la nota.
Se oyen voces a lo lejos, un ladrido seco anunciante. Mientras, sólo se escuchan mis pasos. Te noto triste, ¿espejo o espejismo? No, no juego contigo; no espero respuesta y tampoco tergiverso el momento para encontrarte en la pega.
Solo es un nuevo paseo a tu vera, solo un nuevo paseo en la noche, con tu silencio sepulcral, con tus sueños mojados y no por pena. Es tarde, un coche perdido se acerca y los tintineos pétreos de los adoquines anuncian tanto su llegada como su marcha.
Yo también me marcho, es hora de la recogida y como ves, nada que contarte…
Mañana será otro día, con sus penas y alegrías, por la noche te las cuento.
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