El taller alfarero de Triana no daba abasto. El Asistente de Sevilla llevó a cabo un gran encargo y la profesionalidad estaba por encima de todo. El tiempo apremiaba y las calles de la ciudad serían bautizadas entre peculiares baldosas. Un proyecto minucioso con un claro objetivo, adecentar la ciudad.
Sin duda, crecía desordenadamente ante lo caótico de la época medieval que debía quedar atrás. Recintos amurallados, donde aún sus puertas se cerraban en la noche y se abrían en la mañana. Calles estrechas y oscuras, edificaciones con bajo criterio de simetría y ensanche. Pablo de Olavide actúo con diligencia ante la necesidad de un drástico cambio.
En aras de identificar la fisonomía urbana: casas, iglesias, conventos y edificios principales, Sevilla quedaría dividida en cinco amplios cuarteles. Cada uno de ellos contarían con ocho barrios y estos a su vez, con ocho manzanas. Bajo diversas consignas, cada calle contaría con una placa de cerámica con su respectivo nombre.
La singularidad de las baldosas tomó protagonismo. Tenían un formato vertical , rectangulares y cuadradas, pintadas a mano, dejando constancia de lo artesano. Un borde azul cobalto intenso, las distinguía, el texto sería negro sobre el blanco grisáceo del manganeso. Algunas eran encabezadas por una cruz.
Por fin, tras un duro trabajo, las calles lucían su nombre estampado en aquellos azulejos. Sevilla coqueteaba, cual niña con zapatitos nuevos. Fue entonces cuando, Pablo de Olavide, dio la orden de levantar el primer plano de la ciudad donde se plasmaría el espacio intramuros, sin duda, un documento histórico de gran magnitud.
Orientado con la rosa de los vientos, esa circunferencia del horizonte en la representación cartográfica, de Norte a Sur, de Este a Oeste, quedó impregnada la magia de una ciudad sobre papel. La inmensidad de su territorio quedaba reducida a otra escala, sin perder su esencia.
Olavide tuvo a Sevilla en sus manos, artífice y dueño de sus recovecos. Un plano que habla por sí mismo donde se palpa la historia y su evolución. Su legado sigue intacto, un punto de inflexión por y para ésta nuestra ciudad.
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