Por favor, dejadme ir tras él, aunque caído esté. Dejadme ir a su vera, porque la calma es infinita si voy a su vera. Se abrirá paso por Pureza y toda Triana lo esperará en la puerta. ¡Dime por Dios que provocas, que tienes a Sevilla loca!
Quise alentarte en tu caída, y te acompañé en tu penitencia y hacerla también mía. Teníamos mucho de que hablar. Nos dio tiempo, para eso y más. Que paseo dimos por nuestra Sevilla, que paseo. En mi recuerdo ha quedado ese día marcado, cual tatuaje en piel. Nunca se borrará, el punzón de tinta indolora pero permanente, marcó el devenir de mi vida latente.
Guarden silencio por caridad, ya está ahí Calamar. Ya asoma por la puerta marinera, el vaivén de las riendas de cuero advierte aún su paso lento, Rafaé decide el ritmo, todo acaba de empezar, te quiero manso en Triana, ya habrá tiempo de trotar Calamar.
Tras cruzar el puente, Sevilla te espera. Tres caídas que soportan el peso del madero, las mismas que serán mitigadas entre sendas y callejuelas, entre amplias avenidas que empequeñecen con el calor del gentío que aguarda tu entrada por el mismo paraíso.
Cuando el sosiego fue mi calma y ya nada podía enaltecer tanta maestría, divisé el arco del Postigo. Su estrechez grandilocuente enloqueció mi sentir. Ya estábamos dentro cuando un silencio colosal me envolvió, a sabiendas que una marcha sublime trascendía, en un intento de sumergirnos en el gran misterio de la pasión, sin embargo, era más grande el sigilo, solos tú y yo, mi culpa desmedida y tu bendita redención. Instante donde se paró el tiempo, incitándome al más bello recogimiento. Instante que no volverá, aunque luche por regresar y cobre vida en un ahora mismo, allá en mis adentros.
El amanecer anuncia un eminente toque de queda dejando atrás la madrugá. La cuenta atrás insistente, lastima. Pero mi consuelo emerge, de nuevo queda Triana. Y mi Cristo se despide en el puente, de la ciudad hispalense. Un majestuoso giro de trescientos sesenta grados que desconcierta a los allí presentes, atónitos de tanta grandeza.
Ahora el arrabal le espera, Altozano, San Jacinto y Pureza. ¡Ay Pureza! Es cuando a escasos metros de su bendita casa, brotan unas lágrimas sin consuelo. Déjenlo ir a casa, ya está cansado, tan solo quiere descansar. Y el arte se desborda, con su banda, su paso atrás y su compás. Esa última levantá duele en el alma porque toca esperarte un año, demasiados días, si que son demasiados.
Aquel recuerdo siempre me perseguirá, vuelve en mí cada Semana Santa. Por momentos duele, por momentos gratifica. Mil veces te seguiría, si, es mi humilde certeza. Y como bien dices, “el que cree en mi, aunque muera, vivirá”. Por ello y más, todos los días de mi existencia, creeré, moriré y viviré, rindiendo pleitesía a ti mi Señor, Santísimo Cristo de las Tres Caídas. Amén.
Lourdes says
5 abril, 2023 at 11:54Maravilla de escritura. Lo vivimos en SEVILLA. Pero todo aquel que lo lea también se llevará el ALMA y tradición de nuestra esplendida MARAVILLA QUE ES SEVILLA.