Tras desembarcar, descalzos y alicaídos, los dieciochos supervivientes fueron a su encuentro. En el templo de aquel convento trianero, sobre un alto y suntuoso retablo, allí estaba, entronizada con el niño en su regazo, Santísima María de la Victoria. Fernando deMagallanes dejó el mayor de los legados, ese amor que le procesaba a tan linda imagen. Por ello y más, Juan Sebastián Elcano, tras la muerte de su capitán, no pudo más que rendirle homenaje acudiendo a verla, junto a la tripulación, cual luz que les guió en tal grandiosa expedición.
Invocaron su nombre multitud de veces, Victoria, aferrándose a su intermediación salvadora, donde una fe inconmensurable fue creciendo ante aquellos marineros, los mismos que agradecieron su protección y amparo, postrándose ante ella, tres años después de aquella vuelta al mundo. Quiso el destino caprichoso que fuera justo un ocho de septiembre de 1522, celebraran la onomástica de la Virgen en bendita compañía, venerándola.
La Nao Victoria siempre precedía al resto de naves, abriéndose paso ante la inmensidad de los océanos. Portaba en la popa un característico y singular farol, orientando de esta forma a los navegantes en su larga travesía hacia las Islas de las Especias. Suculentos sacos de canela, clavo, alcanfor, fue el mayor de los tesoros que revolucionó el comercio abriendo nuevas rutas donde sumergirse.
La ciudad de Sevilla, donde se fraguó y comenzó todo, expectante, ansiaba en el Muelle de las Muelas, la llegada de aquel único navío que completó el periplo. La Nao Victoria, solitaria, desvencijada, renqueante,lastimada por la mar, el sol abrasador del trópico, que capeó de manera épica, fuertes vientos, desventuras y
traiciones. Maderas nobles, de pino y roble que trabajaron artesanalmente carpinteros y calafates, estuvieron a la altura, acallando bocas, pues heroicamente soportaron la circunnavegación de los tres grandes océanos del planeta.
De entre una geografía hostil, cuentan que en algún punto del Atlántico, la añorada Nao Victoria, desapareció bajo sus aguas, en perpetuo reposo. Tras su peripecia marinera, sobrevinieron dos viajes más a Santo Domingo, sin embargo, la última vuelta simplemente no se dio, fue entonces cuando su paradero se perdió envuelto en diversas conjeturas de naufragio.
Son muchos los que piensan que finalmente no se hundió, y cobró vida, atracada en el Guadalquivir a su paso por Sevilla. Buque de alto bordo con veintiocho metros de eslora, tres palos y seis velas que al desplegarse luce esplendorosa su gallardo porte. Salpicada de historia, echó el ancla definitivamente, en la ciudad que encontró cobijo, descansando siempre a buen puerto…
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