—¡Vamos! ¡Nina! Me excedo a veces, ¡ya lo sé! Pero siempre he destacado en mi trabajo, y mi hoja de servicio, es ejemplar… —En ese momento, el comisario permaneció en silencio antes de añadir algo parecido a una disculpa—. Te dije, que no decidieras nada sin hablar conmigo. ¡Te dije que si seguías por ese camino terminaría suspendiéndote! —le repetía Diego, tras acorralarla en el pasillo de su casa.
—¿Ocurre algo?, ¡son más de las doce! —se quejó Lucía, asomando la cabeza tras abrir la puerta.
—Entra en casa, hermana, y tú, por favor, espera en el portal, ¡o mejor en la calle! ¿No sé qué haces aquí, ni qué significa todo esto?
—Estoy convencido de que podrá soportarlo. Además, tu suspensión termina mañana y desde hace dos semanas, no coges el teléfono. Me has rechazado o ignorado cada vez que hemos coincidido. “¡Disculpa Nina! ¡No me has dejado otra opción!” —le dijo recordando la última vez que estuvo esperando en la calle frente a su edificio, hasta que salió del coche y la llamó. Aunque ella lo miró sorprendida e incluso molesta, y siguió caminando hasta que entró en el portal. A pesar, de que la saludó y le preguntó si no pensaba hablar con él.
—¿Cuál es tu objetivo, Diego? ¿Dime qué quieres de mí? Al principio, cuando me suspendiste, estaba enfadada contigo; te había contado cómo me hacía sentir este caso, y durante el mes que estuvimos trabajando en la investigación, llegamos a establecer una conexión. ¡Por Dios! ¡Si hasta Fabián, se dio cuenta! Luego creí que te había fallado, con mi forma de actuar. Ahora quiero que sepas que, si había alguna posibilidad de algo entre nosotros, ya no existe, y aunque todo esto no va a ningún sitio, quiero que sepas que he aprobado el último examen en la facultad de derecho, por lo que supongo que no volveré a comisaría —añadió Nina con intención de herirlo.
Quería que sufriera, con la misma intensidad con la que deseaba estar cerca.
— Lo siento mucho, Nina. ¡Y bien! ¡Di algo…!
—Quiero que te alejes de mí.
— Hay que cerrar el caso antes.
—Y luego dimitiré.
— Y yo, lo entenderé —contestó él mientras ella entraba en casa.
Lucía la esperaba, sentada en el sillón…
—¿Qué es todo esto Nina? Le preguntó su hermana preocupada.
—Déjame, Lucia, ahora no puedo hablar.
—¡Está bien, hermana, hablaremos mañana!
Mientras, Diego salía en dirección al coche patrulla.
—Bien, ¿qué te ha dicho? —preguntó el sargento Fabián a Diego cuando entró en el coche.
—Pensaba dimitir, pero la he convencido para que vuelva —contestó él.
—¿Le has contado lo que está pasando?, ¿sabe que la tatuadora y su compañero han confesado su relación con el sospechoso y que, desde entonces, ella y sus hermanas están en peligro?
—No, no se lo he contado, ¡por pura protección! Ahora las tenemos controladas. No te preocupes, no nos moveremos de aquí en toda la noche.
—Y mañana, y pasado, esto es todo muy siniestro. El tipo que detuvimos ayer estuvo muy cerca de atropellar a la más joven.
—Eso no lo sabemos, pero a partir de mañana, será más fácil y prefiero que por esta noche no sepa nada.
—El sospechoso lleva desaparecido desde ayer y durante el registro se encontraron fotos de ella y sus hermanas… ¿Cuándo se lo vas a decir? —insistió Fabián.
Continuará.

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