Éramos muchos. Todos expectantes a su entrada, en aquel Estadio Olímpico. Porque el comienzo de sus conciertos son especiales, preludio de una noche mágica. En esta última ocasión las pantallas mostraban el backstage, un Manuel comedido intentaba calmar los nervios, la complicidad de su equipo lo envolvía y comenzaba a caminar para adentrarse en el escenario.Mientras sonaban los acordes de “…por la bahía…”sevillana con encanto que todos siguieron al pie de la letra, arrancado así el primero de los aplausos.
Entonces, tras cruzar la pasarela un piano le aguardaba. Y sonó al unísono “Hay amores que duran toda la vida”. No había palabras, su voz, su sentimiento hacia Sevilla y un piano. Todavía quedaban tres horas de música, fue maravilloso, como siempre.
Ya ha pasado un año de este encuentro, ahora nos toca volver a volver. “Vamos a empezar donde lo dejamos” así confesó que nuestra ciudad sería el primer blanco de su Corazón y flecha. Los días 2 y 3 de junio, el Estadio de la Cartuja será testigo de excepción de un hito musical, pues más de 148.000 personas darán buena cuenta de ello. Una locura a la que Manuel nos tiene acostumbrados, ¡súbele!
Cuentan que un romance sin precedentes atañe a Sevilla y Manuel, un amor planetario. Ha sabido conquistarla, cual burlador, entre letras de pasión hechas canción. El repicar de sus latidos lo demuestra, cayó rendido ante su encanto y ella coqueta, se deja piropear por el de Isla Cristina.
De su puño y letra, cual declaración de amor, ha derrochado dulce poesía a la ciudad que le fue cumpliendo sus sueños. Se ha empapado de nuestra idiosincrasia y con exquisito respeto, nos la canta como solo él sabe, salpicada de lindas melodías, con su guitarra ronca o entre las teclas de un piano, calando bien dentro.
Y es que los títulos de sus canciones pueden perfectamente unirse en una linda composición, cual ilusionista, tal que así: Una historia de amor me sabe a poco, me acostumbré a quererte. Tan solo tú eres mi única bandera. Tenía que decirlo, siendo uno mismo, me dijeron de pequeño, soy afortunado. Porque hay que vivir el momento. Menos mal, volviste…
Una vez más gritará extendiendo sus brazos, mirando al cielo, totalmente entregado, eso de…”Sevilla, dime que no estoy soñando”. Y Sevilla musitará: …tu y yo sabemos en verdad, que antes que llegue el final, tenemos algo pendiente…
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