Juro que no soy yo, si no te digo hoy que lloro. Que cuando sale el sol se me hunde el corazón, que dejo abierto el balcón, siempre, esperando por si algún día despiertas en mi colchón.
Resulta lógico, para mi percepción, que tanto tú como yo, los dos, estamos en el mismo vagón de este tren sin razón que nos aboca hacia otro destino.
Entonces, una llamada de atención, para en seco el motor de toda esa ilusión y me devuelve al ostracismo del anhelo de tu amor.
Sucede, que ese siempre fui yo, que como un camaleón mantengo intenso el color cuando me junto contigo.
Puede que hasta salga en mi voz alguna estúpida coz en un balbuceo atroz cuando me miras y en tu mirada ando perdido.
Salta la alarma, maldito sea el despertador, que me deja con un mal sabor, maltrecho de dolor y aleja de ti, mi ilusión, que se hace añicos.
Oscurece y sigo solo, buscando, de mí mismo, el perdón. Por olvidar el valor y no haber sido yo el que saltara al abismo.
Quizás, algún día, halle la redención y consiga del sol todo ese calor para prenderme contigo.
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