
Todo en la vida tiene su tiempo, juez inapelable que, a su ritmo, sentencia y se asegura de que cumplas la condena. A su forma, o a la tuya, pero nadie pasa por él sin que caiga el martillo de la justicia con fiereza.
Las preguntas sobre el tiempo han sido una constante en la humanidad y todos en algún momento nos hemos preguntado por qué corre tanto al ver a nuestros hijos o por qué se hace tan lenta la espera…
El error evidente es el nuestro que nos quedamos impasibles mientras el tiempo pasa sin verlo. Sus consecuencias son las que vemos sobre nosotros. ¿Acaso alguien ha visto el tiempo? Sumen otra pregunta… Lo que vemos son arrugas en la cara, harapos en la ropa, arrugas en las manos, teñirse los papeles de amarillo y ese olor a viejo… ¡ay, lignina, lignina…!
Y aquí estoy, estamos, sentados escribiendo, aprovechando el tiempo en hablar de él, en pensar en él, mientras el paso del tiempo me lo permita y mi propio tiempo no me lo impida.
Se me viene a la mente una pregunta: ¿hay algo inmortal? ¿Un recuerdo? ¿Acaso un recuerdo no se agota con el paso del tiempo, se difumina e incluso es capaz de hacerse olvido? ¿El amor? ¿Y cuando falleces sigues sintiendo ese conjunto de sentimientos y sensaciones que llamamos amor? ¿Una pena? ¿No dicen que la mancha de la mora, con otra verde se quita o que un clavo saca otro clavo?
No trato de frivolizar ni asumir nada por ti que me lees, no. Son solo cuestiones a bote pronto que surgen y te las expongo incluso esperando una mejor respuesta de tu parte.
Cuestiones contadas por miles y mientras, gracias por apreciar lo que escribo y haber gastado unos minutos en esta lectura. Gracias por tu tiempo, ¿es tuyo?

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