
¿Qué no daría yo por empezar de nuevo?
A pasear por la arena de una playa blanca
¿Qué no daría yo por escuchar de nuevo?
Esta niña que llega tarde a casa…
Así comenzaba la canción del resucitado José Luis Perales que cantaba Rocio Jurado como nadie. Aaaah, que no la has escuchado nunca. Será que no has tenido tiempo…
¿Qué no daría yo por una tarde?
Sentada junto a él en ese parque
Mirando cómo se moría el sol
Y oyendo el suspiro del mar.
Así de simple porque el tiempo se siente en la simpleza tanto como en la complejidad de tus días. Cuántas veces has oído eso de que los días festivos vuelan y los días laborables se hacen eternos… ¿Cuántas? Y sin embargo, tanto en esos días como en los otros, el tiempo va a su ritmo, aunque es imposible alcanzarlo por muy grande que sea el puñado de arena y por más plácida que esté la playa…

Metafóricas sucesiones de conceptos que pueden servirnos para cualificar e incluso traerse de cuantificarte y aún así te escapas como agua entre los dedos, como arena en un puño incluso cerrado y cuando menos te esperas llegan los lamentos:
¿Qué no daría yo por empezar de nuevo?
Para contar estrellas desde mi ventana
Vestirme de faralaes y pasear la feria
Hasta sentir el beso de la madrugada.
Y ya es tarde para empezar, pero no lo es para contar estrellas desde tu ventana o desde el balcón donde te encuentres, no es tarde para sentarte en ese banco y contemplar un atardecer e incluso escapar a una playa de arena blanca y sentirlo todo a la vez como una explosión de júbilo que inunde tu tiempo de felicidad.
Tal vez sea tarde para otras muchas cosas y ahí solo queda ya el lamento. Tu misión ahora es que ese lamento se diluya al compás del tiempo, agarrándolo y haciéndolo tuyo sin serlo porque él, el tiempo, solo es su propio dueño.

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