Siempre fue cuánto menos, una unión idílica. La Primavera obsequiaba con miles de flores a su amado mes de Abril: una cándida margarita, el encanto de una gardenia, el colorido de una petunia. Y Abril, se dejaba acariciar por todas ellas. Entonces, quiso agasajar a la estación del año con una particular fragancia, que tal vez, ya conociera, pero no ésta, ésta no. La encontraría en una ciudad embriagada por esta esencia, solo y exclusivamente allí, en la ciudad de Sevilla. El propio mes de Abril lo reconocía, sin saber cómo ni por qué, allí simplemente, se percibía diferente. Se trataba del aroma de azahar, era inimitable y único.
Mientras tanto, todo estaba preparado para la gran Ceremonia del Equinoccio Vernal. Los astros se arremolinaban inquietos para finalmente alinearse y contemplar el acontecimiento por excelencia. Todos tenían un papel protagonista, un cielo estrellado, los distintos cuerpos celestes, la luna y el sol.
Frente a tanto revuelo, las miradas recelosas se clavaban ante una Luna resplandeciente. Redonda, brillante y llena, lucía espléndida su plenilunio. Abanderaba su elegante modestia, por lo que, en un intento de pasar desapercibida, posó su mirada en aquel tierno y dulce romance. Ella como siempre, tan enamoradiza, se dejó contagiar, pues la Primavera y Abril coqueteaban por doquier, brindándose las más dulces caricias, procesándose amor eterno.
Fue entonces, cuando la Luna, quiso hacer un guiño a la pareja y junto con la complicidad que le unía al Sol, ambos, estimaron oportuno, concederles un deseo un tanto singular.
Y, cuando el fenómeno astrológico dio su comienzo, cuando ese Sol rotundo cruzaba la línea del ecuador marcando la cálida estación, uno de sus rayos, como algo premonitorio, quiso elegir el punto exacto del cielo donde se celebraría el evento ancestral del equinoccio de la primavera, tan deseados por todos.
La Luna y el Sol, confabularon tal elección y confidentes, sonreían, pues la trama fue todo un éxito. La Luna incluso se sonrojó, tomando un color rosado. Quisieron ser artífices de un romántico paseo, donde la Primavera hizo florecer sus sentimientos, en un mes de Abril, en la ciudad de Sevilla, eclipsada por un particular aroma a azahar que traspasó fronteras.
Aún siguen celebrándolo. No quieren ni pretenden abandonar la ciudad. Pues en un recinto ferial, entre calles toreras, gentío y farolillos, Abril lucirá un señero cielo azul junto a una Primavera, vestía de gitana, de rojos lunares, donde, como dos enamorados, bailarán por sevillanas, en una caseta cualquiera, en Sevilla…
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