
Hay procesiones que no son simples traslados, sino páginas de historia que vuelven a escribirse con emoción intacta. Así ha sido su Via Crucis y será la salida extraordinaria de la Hermandad de Las Aguas con motivo de su 275 aniversario fundacional, cuando el Cristo de las Aguas y su Madre regresando a Triana, recuerden las calles del barrio donde nacieron, para encontrarse de nuevo con la raíz de su pueblo.
No hablamos de un acontecimiento menor. La Hermandad, hoy asentada en el Dos de Mayo, fue forjada en las entrañas del arrabal trianero, junto al puente y al río que dieron sentido a su nombre. Que ahora, casi tres siglos después, las imágenes vuelvan a cruzar ese puente a hombros de sus hijos. es mucho más que una procesión: es un acto de memoria, un abrazo con sus orígenes.
Triana, que sabe recibir como nadie, abrió sus balcones y sus calles para devolver a Las Aguas la ternura de lo antiguo. Los vecinos, los cofrades y los curiosos serán testigos de un reencuentro que trasciende lo devocional para convertirse en celebración cultural e identitaria. Porque en Sevilla, cuando una cofradía vuelve a su barrio, no solo caminan los pasos: camina la ciudad entera.
Este 275 aniversario no se reduce a una cifra redonda. Es una ocasión para recordar que nuestras hermandades son hilos que unen presente y pasado, que sostienen barrios y que mantienen viva la memoria de los que estuvieron antes.
El regreso de Las Aguas a la parroquia de San Jacinto en Triana es, pues, una lección de fidelidad y de pertenencia. Porque ninguna hermandad olvida sus raíces, y ningún barrio olvida a las imágenes que un día lo vieron nacer. Y Sevilla, al contemplar este retorno, volverá a reconocerse en lo que verdaderamente es: un pueblo que vive su fe en la calle, entre el rumor del río y la eternidad de la memoria.
