El Open de Australia es cronológicamente el primero de los cuatro torneos oficiales que forman el Grand Slam de tenis. Cada enero, los tenistas más grandes del mundo se baten en el “País de la suerte”, y así empezar el año sumando puntos. Bien conocido por todos es “El número 1”, Novak Djokovic, que pretendía participar en tal abierto, cuyo comienzo es el 17 de enero, y que, tras una batalla judicial contra el Estado australiano, ha debido marchar de vuelta a su tierra.
El jugador había dado positivo en una PCR el día 16 de diciembre en Belgrado. No guardó cuarentena ni cumplió la legislación al respecto en los países en los que estuvo (entre ellos España) hasta el 4 de enero, cuando anunció que viajaría a Australia a defender su título. Tras varios días de tira y afloja en los que entran en juego detalles de tipo jurídico que no vienen tanto al caso, la Justicia ha rechazado su recurso contra la deportación y no jugará este campeonato, dando así una lección a todos los que creen que la voluntad individual está por encima de la colectiva, o más importante, la soberanía nacional.
Y es que esto de que una figura importante de la sociedad, economía, o política quiera situarse por encima de la ley, de la ciencia, del bien y el mal juntos no es nada nuevo. Desde el comienzo de la pandemia ya se han visto a cantantes negacionistas, a deportistas, a políticos… Que para colmo han usado la repercusión de sus nocivos mensajes y sus nefastas actuaciones con tal de lucrarse o sacar tajada electoral. Personas de escaso capital económico y cultural son, de nuevo, los perjudicados de todo esto. Deportistas como Novak Djokovic, con su mensaje, movilizan e influyen negativamente a esa parte de la población a la que se le deniega, sistemáticamente, el acceso al conocimiento académico y científico con los que desde las instituciones de todos se nos intenta salvar la vida desde marzo de 2020.
Todavía en España tenemos suerte, ya que los entes públicos han hecho su trabajo correctamente y la movilización ciudadana con esto de las vacunas ha sido total. El poder informativo no se ha portado del todo mal (como suele acostumbrar de un tiempo a esta parte) y ha sido de ayuda para que ahora mismo España sea un ejemplo para el resto de Europa.
Pese a lo anterior, sigue habiendo personas que se niegan a la vacunación, niegan la pandemia, se esfuerzan para ir en contra de las autoridades sanitarias, etc. En la mayoría de los casos instigados por los ya mencionados gurús de la mentira, que no tienen más patria ni salud que su dinero. El perfil del “no-vak” español es interesante: Joven, 24-35 años, conservador, clase media-baja o baja, no afiliado a religión alguna o practicante de religiones distintas a la católica (inmigrantes). De nuevo, unos señores poderosos y aventajados del resto, que escasamente responden de sus acciones, se aprovechan de los colectivos vulnerables y de las personas que el estado desampara. Nihil novum sub sole.
A este fenómeno pueden dársele miles de lecturas, y más ahora, que analizar los diferentes aspectos de la “sociología de pandemia” es pura vanguardia, al encontrarnos al filo de la actualidad. Yo, humildemente, quiero poner la lupa en todo aquello que contenga, o pueda contener una visión fundada en la lucha de clases y en las injusticias sociales, que no son pocas. Cumple tener buen tino para estos mandados, así que espero ser de ayuda para hacer llegar a los oídos de las personas aquello que acontece y que sea de interés para el género humano, siempre desde la divulgación y como mero aficionado.
Fdo: Ramiro Redondo