Tocándome la fibra (óptica) en un mundo lleno de tecnología, necesitamos coger onda para hablar con las estrellas en un día complicado. Nubes de mil grises diferentes, lluvias incesantes, tormentas desagradables y un bochorno comparable al que paso al estar cerca de algunos animales que dicen ser seres humanos.
Éxito de lo antiguo, interrupción visual de lo actual mientras lo moderno no nos permite divisar más allá de nuestros gadgets.
Se marchan las nubes portadoras y tú quedas impertérrita, perenne, capacitada aunque anulada, erguida en la adversidad y en el abandono.
Cae una noche de aire agradable, de patio solitario y fútbol en el iPad y todo, ante tu atenta mirada, como si fueras la enviada de alguna estrella especial para observarme, cuidarme e incluso defenderme de alguna caída (de señal). Señales de que el tiempo vuela y pronto -si no espabilamos- seremos una antena más, en medio de una vida interactiva donde se nos olvidó interactuar con nuestros semejantes. Semejante barbaridad solo la pueden llevar a cabo esos animales de los que os hablaba que dicen ser seres humanos.