
Fue una noche larga, donde se juntaron tradición y alternancia. Quedando este bonito recuerdo.
Ángel Salgado I
No hace mucho, en Karlsruhe, el momento era todos los días.
Ángel Salgado II
Si ellos quisieron, ¿quién va a juzgar nada? Si ellos pudieron, que la envidia sea privada. Si vosotros queréis, ¿quién va a juzgar nada? Sí vosotros podéis, que la desidia sea olvidada.
Ángel Salgado III
Vaya cómo volví anoche…
Ángel Salgado IV
I
El ciclista, inmerso en el sprint final de la noche, avanzaba con el viento húmedo de la amanecida acariciando su frente desnuda. Fue entonces cuando recordó, con una sonrisa picarona, que dejó el sombrero aparcado junto con la bicicleta.
II
El sombrero aguardaba. Testigo mudo de una importante cogorza, sus alas de fieltro parecían susurrar secretos al viento; secretos que nunca podrá gritar para no dejar mal a su dueño.
III
El ciclista llegó a su portal,
mientras parte veloz la bicicleta.
Olvidado al salir con premura,
mientras gira veloz el pedal,
Sus ruedas sueñan con ganar
bajo el sol y su cálida altura.
Anita
I
Fin de copas, fin de fiesta. Llegada a casa, llegada a cama. Sueño profundo, sueño moribundo. Sombrero, testigo mudo, a la vista, pero perdido.
II
Bajo el sombrero, un mundo oculto. Junto a la bicicleta, un mundo por descubrir. Una pareja nada al uso, un destino que empezaba a surgir.
III
Con abrigo y sombrero, como un personaje salido de una película noir, se movía entre las sombras. Nadie podía delatarlo; sus sentimientos eran un secreto oscuro. Persiguiendo a su amada, se mantenía oculto, atrapado en la angustia de un amor que temía no ser correspondido. En cada paso, la incertidumbre lo envolvía, como el humo de un cigarro apagado en la penumbra.
Rocío C. Gómez
Hice un cambio de última hora. Quizá el más acertado. Lo versátil de un casco por un simple sombrero y la velocidad de una moto por el pedaleo de una bicicleta. Formaba parte de mi conquista. Un lindo y coqueto ramo de floresharía de las suyas…
Patricia Delgado
Anoche, la fiesta estalló en risas y música. Al salir, aquel chico olvidó su sombrero en la calle, mientras su bicicleta quedó apoyada contra un árbol. El viento jugueteó con el sombrero, mientras la bicicleta, solitaria, brillaba bajo la luna, esperando a su dueño hasta el amanecer.
Manuela Sánchez
A Manolo los ojos se le achicaron y la mente se le nubló. El mago había sacado una bicicleta verde del sombrero que depositó sobre el bolardo. No podía dar crédito a lo que veía. ¿Dónde estaba el conejo? ¿Cómo lo había hecho? Debo dejar la bebida, pensó.
Calila
Arancha Naranjo
Pedalear sin sombrero, desacato a la gracia del movimiento. Aquel ciclista, desprovisto de tal, revelaba una desfachatez casi insultante. Cada pedalada, una confesión de vulgaridad.
Ay esa elegancia perdida por esta sociedad.
Nemesio Laverde
I
Aparcó la bicicleta,, “encestó” el sombrero y ocupando la totalidad de la acera, llegó.
II
Aparcó, no vio y la durmió…
III
No era el más aerodinámico del pelotón pero sin duda, lucía una elegancia por encima de la media. Todos, antes de lanzar un ataque le pedían permiso, le daban las gracias y todo, por favor.
Juanma García
Desde hacía una semana, al dejar aparcada la bici, veía el sombrero.
Era curioso porque parecía que nadie se atrevía a tocarlo.
Ella, tampoco.
A veces desayunaba en la cafetería de enfrente y lo observaba.
La gente pasaba y disminuía el paso.
Lo miraban, pero nadie se atrevía a tocarlo.
Ni los niños que se reían nerviosamente, ni la abuela con el carrito de la compra, ni el barrendero que paseaba la escoba por la acera pensando….»no es cosa mía».
Entró a trabajar y se olvidó.
Más… cuando volvió seguía allí.
Y ya no aguantó más.
Fue directa al pivote y lo levantó para ver con asombro una nota pegada a un sobre que decía:»felicidades, has sido valiente. Te has atrevido y ésto, es tuyo.»
Riendo, abrió el sobre y encontró un puñado de billetes de 100€ y una nueva nota que decía:»sé feliz».
La Renacida