¿Dónde estás? Que no te veo, que por más que miro a mi alrededor no te encuentro. No estoy seguro, porque te siento, te veo e incluso te intuyo; respiro tu perfume y siento tu piel convertida en recuerdo eterno.
Pasan las primaveras oliendo a jazmines y azahares, que se camuflan con el jaleo y el trasiego diario, sin esconderse y permitiendo a mis otros sentidos disfrutarlos, sin ser para ellos. Aromas y sabores soleados son. Sensaciones perpetuas aferradas a mi alma, alma que florece con la felicidad que el Sol aporta con su calentar.
Se van los veranos, sus atardeceres inacabados sentados frente al horizonte, en la orilla, viendo el silenciar del Sol reflejado en un mar cubierto de olas. Mar cansado de moverse al ritmo que dictan las mareas pero deseoso de la llegada de la Luna que, como madre suya, la mecerá hasta el despertar del día siguiente. A veces, hasta ella misma acaba dormitando posada sobre su cuna salada. Tan relajada por el romper de las olas que incluso comparte su espacio-tiempo con el Sol, saliente, que sonríe y brilla con más fuerza que nunca. Quizás quiera despertarla de su letargo o disfrutar de la felicidad de un instante de compañía. Y que mejor pareja que ella, la Luna, la tuya y la mía.
Otoños de buenos tiempos, de años que pasan y siguen siendo recuerdos. Fechas señaladas en el almanaque de mi corazón. Días, solo días acompañados de un número y en su conjunto imanes que atraen sentimientos. Sentir traducido en una media sonrisa que no termina de abrirse, bloqueada por el alma que la seduce y tensa incesantemente.
Y con los árboles canosos tras el duro transcurrir del año, se pierden las hojas, la vida se marchita y con ella parte de la alegría que se refugia del frío invierno. Noches de rituales con chimenea encendida, lazos inseparables bajo una manta, frente a frente, sin espacio, compartiendo el calor que la noche nos niega y nos quita el día.
Y así pasa el tiempo, sin reloj que me avise de su transcurrir. No hace falta, el tiempo se quedó parado un día con número doble, buscando otro semejante también numerado que lo haga arrancar de nuevo. Como ya pasó una vez, frente a esa isla que se llenó de magia y la convirtió en locura caminando por una alameda de amor infinito.
Se creyó el tiempo eterno y no cambió su estación. Se olvidó de su reloj, dejándolo parado en el otoño de mi vida.
ÁS_FdN
el guerrero says
13 octubre, 2011 at 01:06Cada miembro de la Tribu vive en su particular estación. A unos se les caen las hojas marchitas encima, otros ven florecer a su alrededor…Unos viven con sus almas frías como témpanos y los más suertudos no abandonas sus gafas de sol para poder mirar de frente al destino…
La vida y sus estaciones…
el filosofo says
14 octubre, 2011 at 02:29Al final lo importante es vivir…dejar que pasen las estaciones y sacar lo más bello de cada una de ellas… eso es lo que yo intento! Siempre sabiendo a donde voy…
canijo de triana says
13 octubre, 2011 at 01:33No te preocupes que mejor fecha para empezar de nuevo que el 11/11/11, tienes algo que hacer? podriamos quedar 🙂
Un beso enorme desde Liverpool donde no existe el otoño 😀
el filosofo says
14 octubre, 2011 at 02:29¿Quien dijo que el otoño no se una época bonita? 😉
canijo de triana says
14 octubre, 2011 at 13:21Si bonita es, el problema es que el Liverpool parece que solo existe el invierno 🙂
P.D: nos vemos entonces el 11/11/11?? confirmame 😉
Melva Hernandez says
13 octubre, 2011 at 06:03Muy bueno, si el tiempo a veces se queda parado en alguna estación pero creo que muchos tenemos almas calidas y buenos sentimientos para ver lo bueno que siempre nos da Vida !!
el filosofo says
14 octubre, 2011 at 02:31Por supuesto que sí Melva…todo en esta vida tiene su parte bonita. Pero quien no quiere vivir siempre sonriente y feliz no entiende lo que es la vida. Luego vendrán los problemas y demás…pero la intención debe ser esa….sonríe siempre!!!