Todo en la vida tiene un principio y un fin. O eso dicen los sabios del lugar.
Los comienzos siempre siguen el mismo patrón: nervios, titubeos, un “pacá y un pallá”. Tanteando el terreno que se dice…
Poco a poco, los comienzos titubeantes, los torpes movimientos iniciales y las dudas se van aplacando y nos llevan a unos momentos de ilusión y algarabía cuando empiezas a ver que lo que tienes entre manos va por bien camino.
Cual dos enamorados que comienzan una aventura, las fajitas del momento clave dan lugar a la convivencia, al roce, al empezar a vivir, sentir y experimentar sensaciones jamás sentidas. Todo en la vida tiene que ser especial por sí mismo.
Muy lentamente, empiezas a ver que los cimientos marcados empiezan a mostrar lo que buscabas, y es justo el momento en el que pones el modo “dejarse llevar por la imaginación” y sueltas las riendas al sueño de hacer lo que quieres sin impedimento alguno. Cada movimiento es un movimiento acertado, cada paso, uno más fuerte que el anterior y la escalera empieza a perder inclinación, haciendo cada vez más sencillo el suave escalar.
Y como dicen los viejos del lugar, todo parece ser que tiene un final. Dicha meta no tiene por qué ser triste, hay finales duros como cuando una pareja de enamorados, abandonados a las canas y a la erosión de los años se separan por razones vitales y otros, que no pueden ser más felices ya que es el logro por el que has luchado tantísimo.
Pues de estos últimos, de los felices, es el final que os hablo. Uno de esos que te curras tú solo; del que pides algún que otro consejo porque es importante que otras personas den su opinión puntual, por más que la tuya sea la única que prevalecerá ante cualquier dicotomía.
Ya empezaba a disfrutar de los últimos metros del maratón; cual Usain Bolt, mis largas zancadas dieron paso a firmes y elegantes pasos de ganador en los últimos 30 metros. Ya me sentía ganador…
Y ya me sentía ganador, porque lo era, cuando le voy a dar a “Guardar como…” y veo que todo el trabajo realizado, con pulcritud y exhaustividad, se van al traste al quedarse “pillao” el dichoso programa de las narices, y la única opción que te queda es forzar su salida e insultar a todos los ancestros del creador de dicho software, ya que pegarte a ti mismo está mal visto en los tiempos que corren.
Corolario: si vas a vivir una experiencia buscando una meta, cada paso que des guárdalo en lo más profundo de tu disco duro, porque puede ser que un día des uno en falso y tengas que volver al sendero marcado. No olvides las migajitas del pan por todo el camino, y los trozos de la camisa en cada ramal para que no pierdas el rumbo completamente.
El Guerrero @juanma_gv
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