Ella se despidió haciendo lo menos dolorosa posible el adiós. Su marcha se caracterizó por una cadencia oportuna, por un vaivén casi inenarrable por los ojuelos de un cansado paseante; un difuminado perfecto.
Los abuelos del lugar promulgan por los mentideros del reino que tras una gran dama, sempiternamente se encuentra un caballero, galán y truhan a particiones idénticas, con aires chulescos, aunque con bondad infinita.
He de reafirmar lo adornado preteritamente situando una ejemplarizante casuística con mi anhelada y y muy amada Beatriz. ¡Qué mujer…!
Complicaciones -por tildarlas de alguna manera- hicieron de tu presencia. Cual bufón de la corte con tintes mágicos, saliste cual paloma de chistera, antes de que las mismas iniciaran si revolotear por la Plaza desde donde ecuestre os protejo. No hizo falta barajar ni elegir ningún naipe, el truco estaba encima de este bendito tapete llamado Sevilla.
Atrás quedaron sombrías, desiertas y frescas plazuelas adoquinadas donde luces y lucernarios apostaban a porfía marcando caminos dispersos.
La luz se hizo y radiante deslumbrabas con tu grandeza. Tu reinado comenzaba en las inmediaciones de un Arco; Postigo y Aceite y este Rey trazaba lances toreros en el inmejorable encuadre del barrio que más lo es.
Selene se marcó una despedida de ensueño y entre ensoñaciones y reflejos sin igual, se marcha este Rey Santo a sus aposentos tras una nocturnidad de gozo, fervor y algarabía por las callejuelas de Sevilla entre gitanos, bohemios, taconeos improvisadles y algún redoblar de palmas.
Una duda arrasa en el ser de este Rey Santo: ¿es el Astro Rey quien da luz al reino o es Sevilla quien le aporta grandeza?
Marchome a meditar…
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