Llegar a puerto, sea bueno o malo, no siempre implica descanso, sosiego, relax y alguna aventura interesante. A veces, más de las que uno se imaginaba al inicio de este viaje, te encuentras con el mismísimo carnaval de la vida, donde plumajes, tipos, disfraces y tipos disfrazados se ocultan tras una máscara.
Velamen en tensión máxima para aprovechar las corrientes que te lleven a tu X en el mapa implica toparte de bruces con un realidad antes de tiempo; realidad por otro lado que conoces, controlas pero que a veces, te puede llevar a error ya que es fácil cambiar gomillas y máscara y así confundir al más habilidoso marinero.
Dicen los que las usan que todos tenemos una puesta. Permítanme señorías el atrevimiento; jamás he escondido mi faz, mi bella y envidiada faz por cierto, tras un escudado rostro que oculte mis actos, mis palabras e incluso mi forma de ser.
Borracho, aventurero, juerguista y muy directo. Así es este elegante navegante que no esconde sus aires dominantes ni ante usted ni ante ningún almirante. Y sí, aquí me tiene, presto, dispuesto y como siempre muy apuesto; directo y a veces siniestro pero con la verdad por argumento.
En última instancia, y para dirigirse a mi persona no es necesario que la esconda; ¡pórtela! Hace ya tiempo que supe de su calado y aún así, usted piensa en la ignorancia como una cualidad de este pirata.
Tantas caretas, como si la vida fuera Carnaval…
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