Allí estaba como cada día, una terapia diaria que no le servía de mucho, pero se acostumbró a ella como el que se acostumbra a comer porque es la hora o a dormir porque sale la luna…
Tumbada con la mirada fijada en un techo que ya peinaba grietas por donde quiera que miraras. Estaba esperando su llegada, con las manos entrelazadas a la altura de su estómago, que subían rítmicamente en cada inspiración y expiración.
Cerró los ojos, cuando adivinó su inminente entrada. Giró la llave y se adentró en aquella habitación, sentándose en la única opción que le quedaba, un viejo sillón orejero desgastado por el paso de los años en color burdeos.
Ella reconoció su olor y abrió los ojos un día más, dispuesta también a vaciar su alma en aquel mismo instante. Lo de siempre, libreta enana, gafas de presbicia anticipada y cuerpo tenso hacia adelante esperando el discurso.
Ella vuelta a empezar con su vómito de emociones. Ninguna ilusión en su discurso, ya no había pena ni alegría, ni entusiasmo ni ilusión. Todas ellas salieron por la ventana hace ya mucho tiempo y nunca vinieron de vuelta, dejándola huérfana de todo.
Día tras día repetía lo mismo sin cesar, era como una oración aprendida en un colegio de monjas y que luego relatas de memoria cuando estás en misa o antes de irte a dormir, pero necesitaba hacer ese ritual cada día, a la misma hora, para sentirse escuchada por alguien que no fueran las cuatro paredes en las que transcurría su vida. La vida que había dedicado a salvar a los demás y ahora ya no sabía cómo salvarse a sí misma.
Eran intentos desesperado para una huida hacia adelante que nunca llegaba a hacerse realidad. El tic tac del reloj, no sabía si suyo o de aquel, no paraba incesante en su empeño por hacer avanzar las agujas que marcarían la hora un día más, una semana más…
Pestañeó en un acto casi reflejo por lubricar sus ojos, resecos ya de tanto llorar en penumbra, y su terapia se esfumó como siempre. Un día más, o un día menos, sin hallar la respuesta, el por qué se marchó la cordura de su vida, por qué la abandonó el amor y el deseo. Un día más tumbada en tu diván, aquel que construiste a base de romper un futuro y un sueño.
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