Es tiempo de Cuaresma y como un niño que asomado a hombros de sus papás o subido en cualquier apoyo que le permita ver, vemos que llega el tiempo en el que la alegría en las calles sevillanas son más alegrías si caben. Días en los que los colores son más vivos y dejan atrás el gris pasado de dos años.
Los sentidos del sevillano se agudizan.
Somos capaces de captar el aroma de la primavera venidera y oler las sensaciones y emociones.
Podemos ver devoción y nuestra idiosincrasia cofrade en cualquier esquina. Porque soñamos en cofradías.
También gustamos el sabor de este tiempo que no deja indiferente entre el amplio espectro del dulce y salado.
En estos días que vendrán oiremos mejor de lejos, preparándonos para cuando nuestra primera cruz de guía asome. Y con ellos disfrutaremos del sonido de las golondrinas y vencejos de nuestras plazas.
El sevillano se prepara desde ya. Y está apto para sentir el tacto de la gloria de su ciudad.
Para eso sirve la Cuaresma, para prepararnos.
Pero si a alguien le debemos estos días, si algunos en Sevilla son merecedores de tanto reino, son ellos…, los más pequeños. Detraídos y expoliados durante dos años de una de las cosas que marcan la infancia del sevillano. A ellos les toca ver, oler, oír, saborear y tocar nuestra ciudad en su máximo culmen. Ahora les toca conocer.
Ellos, pacientes cuales admiradores de una víspera eterna y permanente, tienen la gracia divina ante la bulla, mirando al horizonte, tirando besos y aplaudiendo oles.
A ellos les deben un medio día de Domingo de Ramos lleno de Paz en el Parque. Esa Paz que tanto parece que necesitamos ahora.
Y pasar por el Puente de Triana mirando a La Estrella más bonita. Le deben tardes de Rocío.
No saben, y deben saberlo, lo que se siente cuando en la mañana del Viernes Santo, el Señor va repartiendo baberos de salud a sus gitanos, los mismos que loaguardan un año entero con paciencia y anhelo.
Esa mañana los niños son El Gran Poder y la verdadera Esperanza de la humanidad.
Y si Dios así lo quiere, todo será preludio de un tarde llenade fragancia añeja con su Dios Trianero, el único Dios y verdadero, expirante por el puente y sin morir nunca por Triana.
Ya está aquí Sevillanos, disfrutemos y hagámoslo conellos y por ellos, nuestros pequeños. Y también, por supuesto, por los que no están.
Padres, tíos, abuelos…, démosle la oportunidad de que sientan orgullo de su hermandad, su devoción…su fiesta.
¡Ya es Cuaresma en Sevilla!
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