No creáis que no tengo los pies en la tierra, en el suelo, incluso vivo enfangado hasta los tobillos si la causa es digna, pero, qué sería de nosotros sin sueños, sin esos oasis paradisiacos mentales en los que habitamos de la manera más diversa e improvisada y en los que sacamos a relucir todos esos anhelos reales, palpables y fantasiosos que jamás alcanzaremos o existirán.
Definen la nitofilia como la pasión por crear imágenes irreales en la mente y si a eso le añades la búsqueda continua y constante de la felicidad, qué malo tiene soñar despierto, dormido o simplemente dejar volar la imaginación cobijado bajo la sombra de un ancestral árbol y si terminamos la ecuación, sumando una pluma y un papel y plasmarla en forma de relato… ¡lo tenemos!

Inevitable pensar que la vida, en ciertos momentos, bien podrían ser otros, de otra forma, o que incluso las maneras fuesen bien distintas. Luego regresas a la realidad de la que te has salido por un momento y contemplas que lo que hay es lo que hay; lo bueno, lo malo e incluso lo regular, difícilmente se puede moldear por muy experto manipulador que te consideres.
Curiosa complejidad la que os confieso, ¿cómo un tío tan real, frío y visceral puede permitirse el lujo de idealizar momentos en su cabeza con todo lo que tiene delante por luchar?
Puede que sea un ejemplo de retórica perfecta e incluso puede que esa pregunta tenga respuesta. Añadan otra complejidad y otra diferencia de pareceres en mis más complicados adentros.
Y mientras, seguiré imaginándome escribiendo un relato sobre sueños e historias interminables…