Viaje a alguna parte. Carreteras secundarias, curvas primarias y desniveles que le quitan aburrimiento a la aventura.
Aire acondicionado a todo lo que da, carnaval, por supuesto, a volumen importante y tiempo libre. ¿A quién le importa el destino?
Kilómetros caían a la par que la tarde, mano a mano al avanzar mientras retrocedías ganando protagonismo. La espalda duele.
Esplendoroso llenabas todo mi horizonte, te acomodabas a mi izquierda mientras serpenteaba sin pelotón, sin prisas y sin añadidos que entorpecieran el momento.
Iba llegando pero no quería perderte y así fue cuando te vi.
Majestuoso descendías sin complejos, desbordando tal belleza que inundabas todo el alrededor de una luz fuera de lo usual.
¿Mi pena? No encontrar un lugar donde detenernos a admirarte, a dejar pasar los minutos inmiscuidnos en la contemplación de lo natural, de lo supuestamente más vulgar.
La carretera no se encontraba en un valle idílico ni bordeaba una zona costera brillante que rememorar, no, eso fueron viajes pasados. Solo estabas tú y no necesitabas ayuda para trazar un paisaje que se tornaba en perfección a tu caída.
Hoy me ganaste en modo rural; tinta anaranjada que explotaba delante de nuestros ojos en el cuaderno de ruta de Guarro.
Te marchaste señor, elegante, dando paso a una noche de verano complicada en sensaciones, tiñendo a la propia Selene de tus matices coloristas cítricos y yo, ahí estaba indefenso y conformista, asumiendo que había perdido un momento único de fotografiar una maravilla de la naturaleza.
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